17 de abril de 2019

Conversación con Gary Graden


Gary Graden



Foto 1. Conversando con Gary Graden, para "El Atril"


Introducción

Durante mucho tiempo me he preguntado qué tendría este hombre para que Javi Busto lo califique como "su hermano". Gary Graden, un americano-sueco o sueco-americano (tanto da), que según palabras del propio Javi es una de las personas que más han influido en su vida musical.

En el proceso de redacción de la biografía de Javi Busto, hace unos años, fue cuando me asaltó la idea de localizar a todas esas personas de las que él hablaba de ese modo, personas especiales, influyentes, modelos. 
Gary fue exquisitamente amable entonces, pero tampoco me llamó la atención, porque el "encargo" (hablar sobre Javi) podía resultarle apetecible a tenor de ese cariño fraternal que ambos se profesan. El texto con el que contribuyó a la biografía era precioso y muy sentido. No sabría explicar cómo, pero las vivencias que él contaba, las veía yo claramente en mi imaginación: su participación en el concurso de Tolosa, su encuentro en la recepción posterior, los paisajes suecos, el calor de la chimenea y la luz de las velas, la copa de vino compartida. Todo me resultó especialmente cercano y muy “visual” a medida que Gary lo iba narrando en un documento que me envió, acompañado de algunas fotos de entonces. Ese texto me hizo llorar en aquel momento, muy emocionante. 


Foto 2. Gary Graden y Javi Busto

Foto 3. Gary Graden y Javi Busto


Desde los correos cambiados con Gary en aquellos días, hemos vuelto a escribirnos en algunas ocasiones por cuestiones diversas, pero no nos habíamos visto nunca. 

Este año supe que Gary estaría en el certamen coral de Tolosa, en la edición especial de 50 aniversario, y me alegré porque finalmente íbamos a conocernos. Javi me dijo "podías aprovechar y entrevistar a Gary. Es una persona muy interesante". Y como Javi es siempre buen consejero, hice caso de su comentario, envié un mail a Gary para proponérselo, y por supuesto me dijo que sí.

Cuando le tuve delante y me identifiqué, de inmediato me vi rodeada por sus brazos: me abrazaba y me separaba de él de nuevo para mirarme: "¡Por fin nos conocemos en persona, por fin no virtualmente!". Y me volvía a estrechar entre sus brazos para separarme a continuación, como cuando no terminas de creer del todo que la persona a la que tienes frente a ti esté realmente allí.  Llevábamos casi ocho años de contacto virtual, pero por fin llegó la ocasión. 

Una vez iniciado el certamen, pensando en todas las actividades programadas que los miembros del jurado seguían a diario, pensé que lo de la entrevista no había sido una buena idea, que sería imposible que él sacara un hueco y de hecho le propuse dejarlo para otra ocasión. Lo habría comprendido perfectamente... Pero Gary insistió en buscar un hueco y cuadramos uno de 30-45 minutos. Supongo que para una entrevista "profesional" eso es más que suficiente, pero yo no terminaba de verlo, me asaltó la inseguridad de si él esperaría algo que yo no iba a saber hacer; si en su mente se habría formado la idea de ese entrevista oficial y profesional de un periodista (algo que no soy), porque lo que yo quería era otra cosa.  

En “El Atril” las conversaciones no llevan un minutaje cerrado, sino que hablamos sin más: la conversación va surgiendo sola. Siempre parto de unas preguntas, por supuesto, pero lo importante no es lo que hay previamente escrito, sino todo aquello que va surgiendo después de manera espontánea, porque es ahí donde se capta la esencia de esa persona a la que me gusta tener delante, es así como se conoce a alguien de verdad. 


Los inicios: Eric Ericson

Tras cambiar tres veces de momento, encontramos el nuestro, y también el lugar. Y  empezó a funcionar...
Comenzamos hablando sobre la relación entre el coro St. Jakobs Kammarkor que él dirige y el St. Jakobs Vokalensemble que participaba en el certamen en esta última edición, relación que me explicó detalladamente.
– La relación es muy estrecha, muy cercana, piensa que trabajamos en la misma iglesia. Hace diez años tuve la oportunidad de comenzar un coro juvenil y fue entonces cuando le pedí a Michael Wedar que comenzara el proyecto. Michael había sido mi alumno en el “Stockholm Music Gymnasim”, un conservatorio superior de música coral donde yo fui profesor y donde conocí a Michael cuando él entró a estudiar allí con 16 años. En aquel momento creé un coro, el Stockholm Music Gymnasium Chamber Choir, una experiencia muy bonita. El coro se mantuvo durante varios años y Michael era uno de los jóvenes realmente brillantes que cantaban en él. Estuvo cantando allí tres años y luego hemos mantenido nuestra relación en el St. Jakobs Kammarkor desde años años. Es una relación muy estrecha, como te digo. 
– La pregunta “original” ahora: ¿qué hace un americano en Suecia?
– Bueno, yo estudié en EE.UU, sí. Somos una familia de suecos-americanos. Mis abuelos eran suecos y emigraron a América. Me crié, pues, en el seno de una familia muy musical, aunque no eran profesionales. Celebrábamos y nos rodeábamos de todas las tradiciones suecas. 

Cuando, en cualquier tipo de conversación, tengo delante a un director de coro, siempre, de manera obligatoria, me fijo muchísimo en sus manos, porque ellas también hablan. Parte de la expresividad de un director está en el movimiento de sus manos, no sólo cuando dirige sino también en conversaciones o momentos del día a día. Gary, sin que nadie pueda ponerlo en duda, es un director. DIBUJA con sus manos mientras habla. Permanentemente. 
Observo también cómo se va comportando mi invitado, porque es fundamental saber si se siente cómodo o no, si hay que cambiar de registro o terminar la conversación. Y los pequeños gestos son grandes señas para esto. No sé si Gary tuvo en algún momento la sensación de "bah, otra entrevista", no tengo ni idea, pero desde luego no era eso lo que transmitía. 

– Cursé estudios de dirección porque siempre estuve muy involucrado en la música coral y finalmente hice mi licenciatura en los EE.UU. En ese momento  fue cuando sentí que quería seguir ese camino y doctorarme. Tuve la enorme necesidad de escuchar a los que entonces yo consideraba los mejores coros del mundo. En mi lista estaba el coro de Eric Ericsson en Estocolmo, así como el trabajo de Helmut Rilling en Berlín y el de Niccolas Hartnoncourt en Viena. Esto sucedió en los primeros años 80, cuando Hartnoncourt era una auténtica revolución en la interpretación de música coral. 
Hice una pequeña parada (o eso creía yo) en Estocolmo durante unos pocos meses y el trabajo que pude ver entonces que hacía Eric Ericson fue para mi una muy muy grata experiencia. Siempre tuve buena voz, era un buen tenor, lo que me abrió muchas puertas y fue por eso por lo que también pude comenzar a cantar con Eric. Pero necesitaba saber más, y quise ser alumno activo en sus clases. Él me dijo que si quería eso, tenia que entrar en sus clases mediante una audición para el conservatorio. La preparé y en marzo de aquel mismo año tuvo lugar la audición, fui aceptado y me quedé allí dos años. 
En aquel tiempo conocí a mi esposa, que es sueca también. Ya no me marché. Me quedé directamente en Estocolmo, no llegué a ir a Viena. 
Cantaba mucho, dirigía también y muy pronto tuve la oportunidad de dirigir en la iglesia de St. Jakobs como asistente. En 1984 me pidieron que dirigiera su coro joven y me dije: “esta es la oportunidad de desarrollar completamente un coro, éste es mi coro”. Eso sucedió hace ya treinta y cinco años. ¡Parece mentira!
– ¿Qué tenía Eric Ericson? Javi me ha hablado de él muchas veces, de su forma de hacer música, el sonido de su coro… ¿Realmente era especial?
– Sí, por supuesto que lo era. Tenía una gran pasión por la música coral. Su particular forma de trabajar y su manera de ser conseguían de algún modo que los cantores cantaran de una forma especialmente bonita. Consiguió una posición importante en la música muy temprano, como joven director; desarrolló el Coro de la Radio sueca, comenzó su propio coro de cámara en el conservatorio y su famoso coro masculino Orphei Drangär… Siempre me pregunté cómo podía organizar su tiempo. Cómo podía hacer ensayos diarios, comenzar nuevos proyectos, atender a todo. Era realmente un hombre maravilloso, muy humilde. Un gran pianista también, no sólo cantante.
Utilizaba el piano de una forma muy inteligente, no sólo para dar apoyo al coro sino también para dar ideas. Era extremadamente enérgico, extremadamente bien organizado, con mucha curiosidad sobre la vida y sobre el repertorio. Su labor consistía fundamentalmente en promover la música. Él era la voz de los compositores a través del Radio Choir, que en aquel momento tenía recursos económicos suficientes para poder encargar trabajos a compositores suecos y del resto de Europa. 
La combinación de su posición en la historia y sus propios atributos personales hicieron de algún modo posible el cambio de la música sueca. Estaba en un punto tal que hizo posible esta especie de explosión, de revolución.
Antes de él, en Suecia, tanto en los coros grandes como en los pequeños, la música era hasta entonces una experiencia romántica, una experiencia social, pero en este momento de la historia, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, de algún modo era necesario reconducir esto. Era necesario plantearse qué se podía hacer con el movimiento coral y conseguir que un coro alcanzara un estándar determinado, convertirlo en un instrumento profesional de forma que el compositor quisiera componer para los coros. Serían la voz de los compositores contemporáneos 
A veces puede resultar justo lo contrario, una espiral negativa: el compositor realmente no aprecia el coro, escribe cosas complejas de cantar, a los coros no les gustan estas obras… esto tiene un efecto negativo: desintegra. Pero en este caso surgió una espiral positiva nueva en la que los compositores practicaban nuevos géneros, nuevas técnicas, nuevas oportunidades. Piezas que ahora podríamos decir que no son tan difíciles, pero entonces… ¡costaba meses aprender algunas obras!
Eric Ericson se convirtió en la personificación del movimiento coral en Suecia. No fue el único, desde luego, había muchos coros, grabaciones increíbles, pero él estaba en la cúspide, en lo más alto de la pirámide. Por el contexto histórico y también por sus cualidades personales, era una especie de pináculo, y trabajó muy duro por la música coral en Suecia.

No sé cuánto tiempo había pasado a estas alturas de nuestra conversación, pero juro que ya nos había atrapado absolutamente. No existía nada más que esa voz casi susurrante  que nos transportaba a un momento glorioso y único de la música en Suecia y seguramente también en el resto del mundo. Una voz que nos hacía valorar el recuerdo del maestro, de Eric Ericson, porque aunque no le hubiéramos conocido, la forma en la que Gary hablaba de él resultaba llena de admiración y de cariño, algo que él contagia de inmediato.
En general, supongo que en una conversación entre dos, y más cuando no han hablado personalmente nunca, podría decirse que si el tono de la conversación va mostrando mayor energía y entusiasmo, entonces es que se va por buen camino. Puede, pero en “El Atril” es diferente.
Sé que estamos en buen camino cuando sucede lo contrario, y con Gary sucedió: su tono de voz fue disminuyendo a medida que hablábamos. Era como si fuera entrando en momentos más personales, más íntimos, escenas del recuerdo, del pensamiento, en ese ambiente de paz y de sosiego que es una conversación con él. Te atrapa de inmediato. El silencio a nuestro alrededor era tal, la concentración tan intensa, que la inmersión en su conversación era completa. Resultaba cautivador escucharle.

– De algún modo tú sigues también esa línea. Has ganado varios premios por tu trabajo por la música sueca. Eso tiene que ser muy importante, supongo.
– Por supuesto, y continúo haciéndolo así. Las siguientes generaciones deberían hacerlo también, todos nosotros deberíamos estar involucrados en conocer a nuestros compositores, encargar obras nuevas, dar voz a la nueva música, intentar estar en el mejor coro que podamos estar…
No se trata sólo de trabajar diferentes estilos, porque Eric Ericson era un músico de iglesia, era un gran intérprete de música de Bach, a veces esto se olvida, y estuvo en St. Jakobs durante 25 años. Era un “cantor” y un maravilloso organista que había heredado esa parte de la tradición luterana de la gran música: Bach, las Pasiones, las Cantatas, todo lo conocía muy bien…
– Creo que sucede algo parecido contigo también. Sé que has grabado varios CD’s con diferentes estilos de música. ¿Qué tipo de música prefieres?
– Bueno, no es así exactamente. Prefiero un amplio espectro, podríamos decir. Me gusta mucho trabajar repertorio a cappella y de pronto me apasiona trabajar con orquesta, creo que es una especie de equilibrio.
– Eres cantante. Te gusta mucho cantar también. ¿En qué proporción cantas/diriges?
– No, realmente soy director. Algunas veces canto con mi coro o con otros coros, pero sólo para mi propio disfrute. He cantado durante muchos años en un ensamble, un maravilloso quinteto masculino Lamentabile Consort. Aprendo mucho cuando canto con ellos, son grandes profesionales. También me encanta cantar espirituales. Cuando estoy con el coro, me giro hacia el público y canto para ellos, pero sólo es para hacer algo diferente. 



Una cierta nostalgia

Desde aquí, quizás la entrevista tomó otro cariz, más personal, más vivencial, por decirlo de algún modo. El tono de voz de Gary se fue volviendo más íntimo. Pero hubo carcajadas también, intensas, francas, nada de risas contenidas. Hubo silencios, recuerdos, imágenes preciosas. 
He de recordar que esta conversación se inicia en Tolosa (Guipúzcoa), en los días en los que transcurre la edición nº 50 del Certamen donde él fue invitado a formar parte del jurado.

– Tolosa. ¿Cuándo fue tu primera vez aquí?
– En 1991. Fue la primera época del coro. Comencé en 1984-85, y nuestro primer concurso fue en Tours en 1986, donde obtuvimos el segundo premio. Estábamos completamente encantados con ese segundo premio. En 1986 fuimos a Debrecen, Hungría, y allí obtuvimos un gran éxito también. En 1990 estuvimos en Arezzo.
En el 91 vinimos aquí y fue mágico, fantástico. La gente era tan generosa, tan franca, tan divertida. Recuerdo aquellos días como si fuera ayer mismo. Las personas a las que veo ahora, 27 años después, son las mismas a las que conocí entonces y las recuerdo como si fuera ayer, las cosas que me dijeron, lo que yo les dije. Tengo muy buenos amigos aquí desde entonces. También fue en ese año cuando conocí a Javi Busto, claro. 
– Hay una anécdota muy divertida sobre cómo le conociste, cuéntanosla por favor. Me la contaste hace años, cuando estábamos hablando para el libro. 
– Sí– La sonrisa leve del recuerdo, que es con la que me está hablando de estos momentos tan bonitos de nostalgia, se vuelve ahora una enorme sonrisa, una que le ilumina la cara–. En el certamen íbamos a interpretar el Gloria de su Missa Brevis. Creo que le había visto antes, en algún momento del concurso, pero durante la recepción posterior al concurso, alguien me dijo: “mira, ese es Busto”. Me acerqué a él tímidamente y le saludé: “Sr. Busto, soy Gary Graden. ¿Qué le ha parecido?” Me miró de arriba abajo, de una forma muy severa, muy seria y me dije: “Oh, Dios, no!”, pero entonces él sonrió ampliamente y me dijo: “ha sido demasiado bueno. Muy bonito, pero estoy enfadado porque mi coro nunca podría haberlo cantado como lo habéis hecho vosotros”.

Este es, sin duda, el momento más divertido de nuestra conversación. Verle revivir, con muchos gestos, esos segundos de angustia en los que se debió sentirse analizado por el compositor es realmente gracioso. Y su alivio. E imaginar la conversación de monosílabos que debieron tener ambos. Me resulta entrañable. Podía el director estar satisfecho con su interpretación y recibir, altanero, las observaciones del compositor, y nada más lejos de la realidad. La humildad del uno, la humildad del otro. Toda una lección. 

– Hay otra bonita anécdota que Javi cuenta a veces también. Me hizo una sugerencia para hacer algún cambio en una obra suya. Su coro salía a cantar justo después de nosotros, así que estaban detrás del escenario, esperando. Él estaba asomado en un lateral y cuando llegó el momento de su sugerencia, le miré de reojo y con la cabeza vi que asentía. Me llenó de satisfacción.
Nos hicimos muy buenos amigos. Pero la amistad no es algo que surge de manera inmediata. Hemos coincidido en muchas ocasiones, ha sido todo un proceso. 


Foto 4. Javi y Gary en Tolosa, noviembre 2018


– Él siempre habla de ti como un hermano, no sólo como un amigo.

– Sí, somos más que amigos, nos queremos mucho. Javi es un hombre especial. Lo que yo siento es lo que siente mucha gente, es algo que comparto con otras personas. Todos nosotros nos sentimos privilegiados de ser sus amigos. Todos nos sentimos “el elegido”…

– ¡Yo me siento así!


Nos reímos. Ambos compartimos esa sensación que él dice: esa idea de sentirse el elegido, el privilegiado por el hecho de que Javi te cuente entre los suyos. Compartimos un cariño inmenso hacia este hombre tan especial, que nos hace sentir tan especiales. 


– Tuvimos muchas oportunidades de encontrarnos a través de la música y los coros. Él pasó unas vacaciones en Estocolmo con su coro, organicé algunos conciertos para ellos allí, y él hizo lo mismo con nosotros aquí. 
Al principio teníamos problemas de comunicación porque su inglés era terrible–, dice, entre risas–. Lo único que podíamos hacer era mirarnos mientras estábamos sentados con una bebida y nos hacíamos gestos varios (los hace él aquí, sin parar). Sólo nos mirábamos pero nuestros ojos se comunicaban entre ellos. 

Todo este fragmento de conversación, que tiene lugar entre nuestras carcajadas, es una sucesión de gestos, apenas sin palabras, algo lógico, puesto que Javi en aquella época hablaba poco inglés y su comunicación debía ser bastante gestual. Ya tenía constancia de ella, pero en este momento aprecié mucho la bis cómica de Gary, su sentido del humor, todo él era ese enorme gesto que iba narrando una historia completa sólo con expresiones de su cara…. Fue muy divertido revivirlo.

– Ahora nos comunicamos perfectamente. Conozco a Maruchi y a sus hijos, a sus nietos, he pasado tiempo en su casa, he interpretado mucha de su música y puedo decir que sí, que hay realmente una amistad especial, muy especial. 
Siguiendo con Tolosa, cuando tuvo lugar el 25 aniversario del concurso, en 1993, fuimos invitados a volver y también ganamos. Estuvimos en el 25 aniversario, ahora en el 50… Experiencias increíbles. 

…. Silencio inmenso aquí. Recuerdos… Es su tiempo, le dejo en él unos segundos. 

– ¿El certamen de Tolosa es más especial que otros similares?
– De algún modo es diferente. Cada uno es distinto del otro. Me he sentido muy cercano a Tours, en Francia. Arezzo es muy importante para nosotros también, lo mismo que otros, pero aquí todo es muy intenso. 
– ¿Crees que hay muchas similitudes entre la forma de ser, pensar o cantar de los vascos y los suecos?
– Siempre lo he sentido así. Realmente ahora no estoy seguro, pero siempre sentí que había una especie de afinidad en la forma en la que cantan los coros vascos y los suecos, y lo mismo sucede en Irlanda. La música coral que se hace aquí tiene unas señas de identidad propias, quizás diferentes de lo que se hace en el resto de España. Hay una forma muy bonita de cantar, una gran tradición en canto coral, grandes compositores, muchos coros, y siempre sentí una especial conexión, quizás el espíritu, la forma de cantar, no sé, algo que podría explicar por qué funcionan también los intercambios entre Suecia y el País Vasco. Suecia podría resultar un ejemplo, una escuela que quizás los compositores vascos podrían haber apreciado, pero de algún modo nuestra forma de cantar también podría habernos resultado mutuamente atractiva. Siempre me ha impresionado mucho cantar aquí. 
– Ciertamente, en Madrid, donde nosotros vivimos, no existe esta tradición, no tenemos estos coros ni compositores. Todo va cambiando, pero no existe este poso que aquí se respira en cada rincón. 
– Exactamente, quizás en Cataluña sí existe esta tradición, y de hecho está creándose un movimiento coral muy potente, buenos compositores, buenos coros, pero parece que hay algo completamente diferente con respecto a las experiencias corales que se viven en el País Vasco. 
– ¿Has trabajado alguna vez en Madrid?
– No, y me gustaría.
– Lo harás. Con nosotros. El próximo otoño.
– ¡No esperemos! ¡Vamos a ello!– dice, riendo abiertamente–. He estado en Madrid y alrededores. También he trabajado en otros lugares, sólo o con mis coros, en Ejea, por ejemplo, en Barcelona, pero no en los últimos tiempos. 
– Tienes que venir.
– Seguro que lo haré. Suena muy bien. 

Y sí, así será, porque si llevamos algún tiempo ya buscando y dando forma a esa idea de trabajar con Gary Graden en Cantate Mundi, a raíz de esta conversación queda definitivamente zanjado. Le tendremos con nosotros en breve, eso es seguro.



Estrellas en el cielo

– ¿Te gusta improvisar? ¿Qué consigues del coro o de los cantores cuando improvisan que no se puede encontrar cuando se canta de otra manera, de una forma digamos más tradicional?
– Las pequeñas cosas que hago no son el objetivo fundamental de mi trabajo, sino que son ejercicios puntuales de improvisación, muy sencillos, orientados a conseguir que cada persona participe de su propia y particular manera. No todos tienen que hacer lo mismo, sino que se trata de crear un tipo de oportunidad para que cada cantante cante una pequeña parte, su  propia melodía…
– Tenemos miedo cuando cantamos en solitario…
– Justo ese es el punto. Si puedes hacer un ejercicio sencillo de este tipo, estás en condiciones de dar ese salto para traspasar el umbral.
Se trata de ejercicios sencillos pero muy importantes, básicamente porque cantamos en escalas, decidimos cuál, mi menor, si menor, si mayor y cantamos en esa escala, cambiando vocales o sonidos. Primeramente tiene que crearse una relación sólida con la escala, entenderla, captar el sentimiento de esa escala.
– ¿El sentimiento de la escala? Me gusta esa idea.
– Sí, porque cada escala tiene su propio carácter, sus cualidades. Si menor es muy diferente de si bemol menor, re menor, etc., hay muchas diferencias entre una y otra. Por eso fue por lo que Bach escribió 24 preludios y fugas en 24 claves, 12+12, do menor y do mayor (en este momento comienza a tararear uno de los preludios), lo que sea… Porque no es sólo saber si es mayor o menor, sino también si es re a re, do a do, do sostenido a do sostenido, por ejemplo es una escala muy bonita, fa a fa, etc., así que lo que haces es captar el sentimiento, comprender cada escala y se establece así una relación individual, “canto aquí”, que crea independencia y hace que cada cantante tenga la valentía de hacerlo. Es una herramienta maravillosa y muy pedagógica, especialmente para cantantes amateur, pero no sólo para amateur, pues desarrolla independencia y seguridad y es muy bonito si lo haces solo o con el grupo, o también con instrumentos.
Con el órgano es fantástico, con la marimba o cualquier otro instrumento igual. Recientemente, en un concierto en Italia con orquesta, hice que la orquesta improvisara. Se extrañaron, pero les encantó.
– Estoy segura de que tiene que ser una gran experiencia. Siempre tenemos miedo cuando cantamos en coro, necesitamos estar rodeados de nuestros compañeros. 
– Exactamente. Nos escondemos tras la partitura. Hago tantas improvisaciones como puedo, también con coros profesionales, les encanta. Utilizamos melodías muy bonitas, sencillas, fragmentos de gregoriano, por ejemplo. 
– Ayer, o no sé cuándo, cuando estaba preparando esta entrevista, escuché una canción que me enamoró: Dem blomstertid du Kommen…
– Sí, tenemos un vídeo de un festival en Alemania, “Música Sacra en Baviera”. Lo hicimos con velas, cada cantante colocado en un lugar diferente de la sala. Es una melodía sencilla pero maravillosa.
– Es una melodía bellísima, y la versión increíble.
– Esta es la cuestión. Podemos hacer un programa completo con todo tipo de música y si hacemos algún tipo de improvisación, por sencilla que sea, el público siempre dice: “¿qué era eso?”. Siempre es lo que más fuerza tiene, más que cualquier otro tipo de música, y sucede incluso con las improvisaciones más sencillas. 
– La atmósfera que se crea es diferente si estás entre el público, te sientes parte de la música. 
– Exactamente, porque escuchas todas las voces, cada voz individualmente; ves cada rostro individualmente… es como ver muchas estrellas en el cielo o muchos soles en el universo. Una cara es como un sol, un mundo de expresiones, y esto es lo que queremos crear con un coro, no simplemente leer música. 

Estrellas en el cielo. Esa era la sensación. Allí, en aquel comedor de hotel donde estaba teniendo lugar nuestra conversación, mi compañera Yola y yo estábamos absolutamente inmersas en ella. En ese momento me di cuenta de lo rubias que son las pestañas de Gary, eran una invitación para traspasarlas, para ir más allá de ellas y buscar esa mirada interior que se forma en sus ojos azules, muy claros, “stars in the sky”. Me molestaban tremendamente mis gafas, de algún modo eran un impedimento, así que me las quité. Una sensación muy extraña, muy de conexión, de estar viviendo en ese mundo de expresiones del que él estaba hablando justo en ese momento.
Comprendí esa relación fraternal entre Javi y él y que no necesitaba palabras o, como él dice unas líneas más arriba, “nuestros ojos se comunicaban entre ellos”. Los ojos de Gary son luz. Y si se me permite esta imagen sinestésica y absurda, el tono de su voz suena a luz, es luz también. 


La música nos habla

– Javi me habló de tu forma de trabajar con el coro, de cómo organizas los ensayos, me dijo que todos van bastante antes de que el ensayo comience. Aquí hay tendencia a llegar tarde a los ensayos–, le digo, bromeando.
– No sé exactamente a qué se refiere, Javi, le tendríamos que decir que nos lo explique o quizás que me lo recuerde… Con mi coro, durante muchos años, comenzábamos con vocalizaciones. Tengo un buen coro, son todos muy buenos cantantes. Nos encontramos a las 18.30 hrs. de la tarde y a esa hora han estado todo el día hablando, trabajando, no cantando, son amateur; sus voces ya están colocadas, no necesitan muchas vocalizaciones, por lo que comenzamos directamente haciendo música. Creo que lo prefieren así. “Gary, no nos fastidies”, ya sabes.. Empezamos a esa hora directamente.
Es muy frecuente, sí, que vengan antes, tienen que estar preparados, pero por supuesto hay una cuestión lógica: mis cantantes están todos muy ocupados, más y más, con sus familias, los hijos, con trabajos que son muy exigentes, muchas actividades… No soy muy estricto. Me alegra que vengan y que quieran venir. Sólo les pido que me avisen si no pueden hacerlo. 
Algunos ensayos son correctos, a veces piensas: bueno, no fue un gran ensayo. Quizás se echa de menos a los que no han venido y los resultados no son los que tú esperabas, pero en esos casos tienes que decir: “de acuerdo, la próxima semana será mejor”, y siempre seguir trabajando. Algunas veces, en cambio, cuando faltan personas en los ensayos, los que van tienen la oportunidad de tomar la iniciativa y eso hace que el ensayo con un grupo más pequeño sea también muy interesante. 
– En esas situaciones conoces a tus cantantes individualmente, pero cuando preparas un taller coral donde no conoces a los participantes, ¿cómo afrontas las dos primera horas de trabajo, por ejemplo? ¿Pruebas a los cantantes?
– Quizás como en los ensayos, pero con un grupo nuevo sí hago vocalizaciones, de forma que puedo escuchar las voces, los hombres y las mujeres por separado, y así voy pensando en de qué manera puedo yo ayudar de algún modo: cantando, con las voces o físicamente con los cuerpos, que pueden ser una caja de resonancia para lograr la expresión humana; cómo podemos mantener conectada nuestra mente y nuestra voz a todo nuestro cuerpo, por lo que me gusta hacer ejercicios, respirar, controlar el cuerpo, a veces incluso bailar para recordarnos que el cuerpo está ahí. Y a continuación, dependiendo de cuál sea la ambición musical con el grupo, comenzamos simplemente a cantar, una vez seleccionado el repertorio que nos gusta. Inmediatamente evalúas lo que podemos hacer juntos, cómo podemos encontrar formas interesantes y qué es lo que este repertorio nos puede aportar a nosotros. No es algo muy misterioso, en realidad. 
– Cuando eliges el repertorio para tu coro, quizás no en un taller, sino con tu coro, ¿qué tiene que tener una partitura? Por supuesto, algunas veces tendrás que hacer un concierto sobre música tradicional, por ejemplo, pero cuando eliges simplemente aquello que te apetece, ¿qué es lo que buscas en esa obra?
– Comprendo, sí, buena pregunta. Cada vez es distinto, pero elegir un programa para un concierto es una gran responsabilidad. Me gustan los programas que son interesantes para el coro, que son oportunidades para ellos. A  mi coro le gusta aprender cosas nuevas, no les resulta demasiado atractivo permanecer mucho tiempo con el mismo repertorio. Una vez que hacemos un programa, vamos a por cosas nuevas. 
Algunas veces lo comparo con un “círculo de estudio”. Tengo que darles algo interesante, así que es como si fuéramos un grupo de personas que queda una vez a la semana para hacer una visita a un museo juntos. Imagina, por ejemplo, que vamos a la Galería Ufizzi, en Florencia, o a El Prado y tenemos 5-6 semanas para trabajar en esta sala de El Prado, pasar tres horas allí y estudiar el repertorio, las pinturas juntos. Mirémoslas, aprendamos de ellas y a continuación quizás podamos ir a otra sala, el próximo proyecto. O quizás no queramos quedarnos en El Prado, sino hacer algo diferente, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, por ejemplo.
– Pero tú eliges la pintura. ¿Quieres enseñarles esa música o quieres mostrarte tú mismo actuando a través de la música?
– No, quiero que la música nos hable. Quiero que sea la música quien pinte los cuadros, la música la que se revele. Por supuesto, yo tengo que estudiar mucho la obra con antelación, y si todos estudiamos con honestidad, hacer algo nuevo es una oportunidad. Yo no conozco todos los secretos de una obra y tenemos que hacerlo juntos. Algunas veces he de decir: “lo siento, no puedo, tenemos que hacer esto juntos, vamos a ello”. Y entonces juntos encontramos lo que la música nos está contando.
– ¿Descubres cosas nuevas escuchando cantar a tu coro?
– Todo el tiempo, esta es la belleza de esto. Es eso: la música nos revela su arte, no soy yo, yo no soy tan interesante, seguramente no: la música es interesante… O no. Algunas veces tenemos un encargo, tienes que cantar eso, de acuerdo, siempre lo haremos lo mejor que podamos, trataremos de hacer lo mejor, siempre para mejorar.
Está claro: no soy un artista, soy un administrador. De algún modo, administro el tiempo, el sonido, trato de hacer lo que está en la partitura de la mejor manera que sé, de una forma muy honesta. 

Ya lo sabia de antes, pero en este punto es cuando uno confirma que tiene delante a un artista, diga él lo que diga, sienta él lo que sienta, porque un artista es quien hace arte, y él lo hace. 
Decir que el tiempo de nuestra conversación llegó a su fin y que me moría por haber seguido la conversación, es obvio, pero las obligaciones eran lo primero. Magia, se sentía. Pero nos quedamos con la promesa de continuar esta conversación en algún momento.


Tras el Atril

Tras el atril dejo una pequeña historia, de esas que me encantan, y de la que Gary fue protagonista. Lo fue en estos días y lo fue hacía 27 años.
En el grupo de amigos y compañeros de coro que viajamos en esta edición a Tolosa, está Karmele. Al terminar la entrevista con Gary, comenté con Karmele y con el resto de compañeros algún detalle, como que Gary recordaba como si fuera ayer todo lo que había vivido hacía 27 años, cuando estuvo en Tolosa por primera vez. Supongo que fue este comentario el que llevó a Karmele a comentárselo a su prima Khristina, que vive en Tolosa. En aquel entonces, ella fue una de las voluntarias que en el tiempo de duración del certamen acompañó al coro durante su estancia en Tolosa. Una persona de referencia para ellos, alguien con quien comunicarse y que les sirvió de guía y de enlace. Eso es algo que sigue sucediendo todavía. 
En su primera visita, el coro St. Jakobs Kammarkor fue acompañado por Khristina. La cercanía de Gary y la espontaneidad de ella hicieron que esos días fueran muy bonitos. Cuando St. Jakobs Kammarkor volvió en el 25 aniversario del certamen, Khristina pidió repetir con ellos pero no cuadró así. Y ahora, en el 50 aniversario, tanto tiempo después, ese comentario de los recuerdos de Gary despertó en ella la necesidad de saludarle, de verle, de decirle: “¿te acuerdas de mi? ¡Yo os acompañé en vuestra primera visita!”. 
Y ni corta ni perezosa, Khristina, supongo que como entonces, se presentó en la puerta del teatro con su cartel “Mr. Gary Graden”, esperando reconocerle entre las personas que salían y entraban. Pero no lo vio. Algún intento más sin resultado y el certamen llegaba a su término. Pero ella no estaba dispuesta a perder la oportunidad, así que se encaminó hacia el local donde tenía lugar la comida coral con la que el certamen se clausura, con idea de pedir entrar, sólo verle y luego marcharse, y la vi decidida caminando rápido calle arriba.
Mientras tanto, Gary aparecía por detrás, aún no estaba comiendo, así que grité a Khristina y se dio la vuelta. El reencuentro fue precioso. Quizás él no la reconoció  en el primer momento, 27 años son muchos años, pero  cuando cambiaron dos o tres frases, todos los vimos abrazarse. No fue un saludo de compromiso, no: fue un tremendo abrazo que me encargué de inmortalizar, pensando que para ambos sería un bonito recuerdo. Una historia entrañable.
Foto 5. Reencuentro con Khristina, 27 años después

Foto 6. El abrazo del reencuentro

Y tras el atril está esa sensación personal especial que me ha quedado desde nuestra conversación. Uno no imagina que al día siguiente, al volver a encontrarse y saludarse en el teatro, minutos antes de comenzar el concurso, él te dé las gracias por la tarde que habíamos pasado el día anterior, por lo bien que lo pasó. Que te insista en que quiere continuar hablando, que busquemos un hueco ese día o al siguiente, o quizás que hablemos por teléfono más adelante, cada cual desde su sitio, para completar algo que, ciertamente y por cuestiones de tiempo, se nos había quedado corto. 
Como le comentaba el otro día a un muy querido amigo, para tener este tipo de conversaciones en El Atril, te colocas en un punto especial, te despojas de lo superfluo y es a partir de ese momento cuando empiezas a acercarte a la persona.  Necesito un tiempo para “volver a mi ser”. Es como si anduvieras por dentro de una persona que no eres tú y tienes que volver a tu sitio. Y en ese proceso de recolocación de los días posteriores, parece como que alguien estuviera jugando contigo a enviarte guiños, a no dejarte volver, a enviarte señales que te impiden marcharte de ese punto en el que temporalmente habitas. 
Y como si fuera una señal venida de algún extraño lugar, cuando pongo el punto final a esta conversación, suena el timbre de mi casa. Desde la cocina, donde ahora mismo estoy escribiendo, veo una furgoneta blanca aparcada delante de mi puerta. Supongo que no es muy habitual que repartan pedidos los domingos, pero hoy es domingo, y lo que recibo es justamente uno de los CD’s de St. Jacob’s Chamber Choir que he encargado en estos días. Regalos propios y ajenos. Conexión absoluta. Buen augurio…

Foto 7. Gary y yo, al término de la conversación



Continuará… Seguro. 


® Elena González Correcher
El Atril de Cantate Mundi
Fotografías 2 y 3 cedidas por Gary Graden. 
Resto de imágenes propiedad de Elena G. Correcher