21 de julio de 2018

Conversación con Juan Carlos Arnanz - Parte III


A través de las ideas


– Lo que no se ve previo al concierto, ya lo hemos hablado ¿Qué es lo que no se ve y que tiene lugar después? Las conversaciones con las ONG’s, la distribución de la recaudación, el reparto de alimentos. Todo aquello que sucede tras el concierto.
– Cuando un concierto está planteado sobre la mesa, casi lo último que busco es el proyecto. Por desgracia, proyectos para realizar hay infinitos porque son infinitas las personas que necesitan ayuda. En esta edición –me dice–, tú has participado también en la elección del proyecto–.Y sigue explicando– Envío tres proyectos a los colaboradores cercanos, para que los lean y los estudien antes de votar por el que mejor les parezca. Me gusta que también voten todos los miembros de la familia de los colaboradores, así es más participativo, y después se lleva a cabo el que haya sacado más votos. Lo triste del caso es que un proyecto se hace, pero los otros no. Aquí, si hacemos los pozos, como en esta ocasión, no se hace la escuela o el dispensario. Es duro tomar la decisión, muy duro.
Cuando hablo con una ONG, lo primero que hago es mirar su infraestructura. Tengo que tener claro que estamos tratando con personas super responsables y que van a saber llevar a cabo la realización de nuestro proyecto. El tratar con ONGs internacionales nos da garantías de que el proyecto se va a llevar a cabo. Médicos sin Fronteras, Ayuda en Acción, Acción contra el Hambre, World Vision, etc. Ellos nos envían los proyectos detallados y pormenorizados y los estudiamos detenidamente para ver su viabilidad. 
Todo lo que mandan las ONG’s está especificado por partidas, y posteriormente, todo está auditado por una auditoria externa. Todo va con facturas selladas, como te digo.

– ¿Es en ese momento, cuando termina el concierto, cuando más cansado te sientes o, por el contrario, recoger los resultados es lo que borra el cansancio de los meses previos?
– En ese momento me encuentro raro, la verdad, cuando todo está cerrado y ya sin presión pienso “qué bien, no tengo nada de qué preocuparme”, aunque después de concierto sigue habiendo mucho trabajo con correos, facturas, seguimiento del proyecto, audios, vídeos, etc. pero ya sin compromiso de fechas.

– En una ocasión viajaste para conocer en primera persona uno de los proyectos de Voces para la Paz. ¿Qué supone eso?
– A Perú, sí. Fue impresionante. Habíamos encargado el proyecto de un concierto a Ayuda en Acción, que trabaja muy bien. Me dijeron que iban a viajar allí y me dijeron que había un billete para mí. Aproveché también para ir por mi cuenta y visitar Machu Pichu y Cuzco, increíble, por cierto. En Perú hemos hecho tres proyectos, y el último en particular era una unidad móvil de salud que recorría las zonas de Huancavelica. Había allí muchas niñas adolescentes embarazadas por violación familiar. Hay un machismo tremendo en esa zona. La niña tiene menos “valor” que los niños y la violación familiar es muy frecuente. Para esas niñas de 11 a 15 años embarazadas, la atención con la unidad móvil de salud era vital. Allí no hay ciudades, sino poblados; no hay carreteras, sino pistas, caminos y senderos, y como las gentes de esa zona no pueden ir al médico, la unidad móvil recorre la zona con un médico, dos enfermeras, ecógrafo, material sanitario, etc. Yo los acompañé. Estos médicos tenían que atender a unas 4.000 personas al año. Cuando la unidad móvil llega al pueblo, la gente baja de las montañas y si hay un local donde pasar consulta,  pues lo hacían, si no, la gente tiene que ir pasando por el camión. Me invitaron a ver alguna consulta y era muy bonito cuando el médico les decía, al ver la ecografía “va a ser un niño”, lloraban por la emoción. Allí les pesan, les miden y llevan un control sanitario. No es una zona de hambre, pero sí de desnutrición, por mala alimentación.
También vi una escuelita que nosotros habíamos hecho en la zona de Bambamarca con el concierto del 2003. Son unas escuelas octogonales, una especie de honguitos con mucho colorido y mucha luz. Antes eran de adobe y sin luz. Íbamos en pick-up, un 4x4 que llega un momento que no puede continuar el viaje a causa del mal estado del camino. Pasas un barrizal, te pones las botas de agua, el chubasquero y después de media hora llegas a una zona en la que había 3 ó 4 escuelitas y una de ellas era la nuestra. Fue muy bonito. Me encantan los niños, así que me acercaba a ellos para cogerlos, pero salían corriendo asustados y lloraban, a mi me extrañaba eso pero me explicaron que huyen porque no me conocen y en su mente asocian que cuando alguien a quien no conoce se les acerca, es porque les van a pinchar. Pensaban que yo era médico, ¡pobrecillos!
Me habían hecho una canción que hablaba de su escuelita y me la cantaron. Les llevé camisetas y jugaron al fútbol con ellas. Les estaban muy, muy largas y ellos me decían que no importaba, que les tenían que durar muchos años. Cuando me iba, pregunté cómo habían descargado los ladrillos, cómo habían llevado el material para hacer la escuela, porque verdaderamente al acceso hasta allí era muy complejo y nosotros tuvimos que dejar el vehículo muy lejos, y me indicaron que el material se dejó donde nosotros habíamos dejado el vehículo, fueron los niños los que, cuando iban todas la mañanas a la escuela antigua, llevaban los ladrillos para la nueva escuelita, por eso cuando cantan “Ay, mi escuelita, qué bonita es” es que verdaderamente es su escuelita, la han hecho ellos… Alucinante.




Esta escuelita se construyó porque en un concierto había sobrado algo de dinero y aprovechamos para hacer otro proyecto más. El principal era la construcción de dos dispensarios sanitarios en Bolivia en una zona donde eran los curanderos quienes atendían a las personas y la precariedad y mortalidad muy elevadas. Allí pusimos dos centros de salud conectados vía radio con médicos de la capital y una escuela para que las mujeres aprendiesen sanidad.
Otro proyecto muy bonito fue el que realizamos con el concierto del 2005 bajo la batuta del fallecido maestro Jesús López Cobos. El reto era la construcción de un orfanato en Mozambique para 120 niños y niñas huérfanos y enfermos de SIDA. Con su construcción se conseguiría sacar a las niñas de una situación en la que algunas de ellas se veían abocadas al intercambio sexual y algunos niños al robo. Junto a su construcción, hicimos un convenio con las autoridades locales y se pactó que se haría este orfanato y se conseguiría que los niños fueran a la escuela. Era muy importante. Antes estos niños vivían hacinados entre desperdicios, ahora tienen un hogar y ellos son su propia familia.  De eso han pasado 13 años, quiero imaginar que algunos de ellos habrán cambiado su vida radicalmente, y todo eso gracias a nuestra música.

– Impresionante… En 2014, dieciseis años después de haber comenzado esta aventura, escribes una carta: la crónica de una despedida anunciada. Cada año decías que era el último, y todos lo entendíamos, imaginando el desgaste que tiene que suponer la gestión de un proyecto de estas dimensiones. Pero de pronto, al año siguiente, Voces volvía a aparecer. Pero aquel 2014 fue distinto. Llegó la despedida.
En mi caso, he de decirlo, sé perfectamente lo que ese correo provocó en mi, sé perfectamente a qué punto de mi vida me llevó, las consecuencias de él, quizás incluso tener esta conversación sea una de esas consecuencias, pero eso ahora no importa.

– Volviendo al correo. ¿Te costó escribirlo? ¿Te arrepentiste, o tuviste la sensación de liberarte de un peso? Un peso divino y solidario, pero peso.
– No me arrepentí. Me sentí completamente liberado. El trabajo y el riesgo que conlleva un concierto de Voces para la Paz, por las condiciones en las que se hace, es estresante y agotador, y además, no quería caer en la rutina de "los típicos conciertos de Voces para la Paz", ya que los músicos se pueden cansar y dejar de asistir. Me sentí liberado y me ha dado tiempo a hacer otros proyectos, tanto personales, como mi dedicación al coaching, como sociales, como el proyecto de "Libros para la Paz" con el que conseguimos unos 25.000 libros para hacer una biblioteca en Paraguay.

Y es que su inquietud le llevó a los libros, después de anunciar el final de Voces. Música y lectura: cultura y amor en la manera de transmitirla, en definitiva. Aparecía de nuevo Juan Carlos y todos sonreíamos, porque sabíamos que él no puede estar quieto mucho tiempo…

– En el terreno ahora más cercano a nosotros, tú has sigo testigo del desarrollo y crecimiento de Cantate Mundi, colaborando muy de cerca desde el primer momento. Gracias a ti, en varios de nuestros cursos Gerardo Lopez Laguna participó como pianista, un hombre con el sello “Voces”, algo que es un valor especial. En nuestro primer taller, viniste de visita y te quedaste ahí cantando con los bajos. Todo un honor. En nuestro primer concierto, y en el segundo y en el último, has estado entre el público, apoyando, algo que siempre y eternamente te agradeceré. Siempre has apreciado y valorado el cariño puesto en todos nuestros proyectos, donde no sólo hay música sino también aprecio por las personas. 
– Es que me encanta vuestro proyecto. Vosotros planteáis un curso desde el sentimiento, no solo desde la técnica coral o el estudio de la obra, por decirlo de algún modo: “no te hace falta entender la música, solo necesitas sentir la música, porque cuando sientes es cuando comprendes”. Es un proyecto precioso. 

– En una ocasión me escribiste: “a pocas personas se las puede oír hablar de música y espectáculo unidos al amor y no se dan cuenta de que esa es la clave. Lo más bonito del amor es que no tiene niveles ni categorías, el amor es amor”. Por este comentario, por esta relación entre la música y los sentimientos, te propuse venir a dar una charla sobre el tema en uno de nuestros proyectos. Entrañables tus dudas sobre si podrías hacer algo interesante al respecto. Entrañables tus dudas y cada vez más firme mi certeza de cuánto aprenderíamos de ti, como así fue. Hay que repetir, sin duda, pero con más tiempo. 
– Fíjate la cantidad de gente que ha participado en este concierto de Voces, unos 700, lo mismo que en Cantate Mundi, cientos, pues todo viene por el amor, este es el origen de todo y, al mismo tiempo, la finalidad de todo lo que hacemos. Si ponemos amor en lo que hacemos recibiremos lo mismo. El amor como aceptación, es el origen de la vida. Todo lo que se fabrica o se construye se hace porque alguien ama, a otra persona, su profesión, sus hobbys, etc. Cuando no sentimos el amor, los primeros perjudicados somos nosotros. En la vida, todo es producto del amor. Dicho así pareces un hippy o un ñoño, pero la música también es amor. 





– Por eso en Cantate Mundi queremos gente que se emocione cantando.
– Por supuesto. Me gustaría hacer una aportación. Muchas veces, o casi siempre, el centro de un coro es el director y todos mirando al frente para no perder ningún matiz o señal del maestro. Muy bien, perfecto, correcto, pero yo creo que también es muy importante que se interactúe entre los compañeros, que se conozcan, que se entremezclen y sepan quién es la persona que está a tu lado o dos filas más allá, eso hará que el trabajo en grupo dé mejor resultado. 
Uno de los valores de Cantate Mundi es precisamente eso, que la mayoría son amigos, y eso repercute en el trabajo final, todo resulta muy emocionante. O se hacen amigos en el camino, que es algo maravilloso.

– ¿Qué pasará después de este concierto?
– Lo que pasará después del concierto está escrito en la parte trasera de mi tarjeta de visita, mira. Pone “el camino de la vida siempre está en construcción”. Ahí estaremos, seguiremos construyendo la vida. Muchas gracias.



Tras el atril

Como ya sabéis, en este pequeño apartado se incluyen las anécdotas especiales, los sentimientos personales, lo más cercano. Rodeamos el atril y detrás es donde se esconden estas pequeñas o a veces grandes historias. En el caso de esta conversación con Juan Carlos, retomo una idea que le escribí hace tiempo, sé que la recibirá con pudor y vergüenza, pero creo que merece la pena al menos leerlo.
Inevitablemente, y por más que a priori produce un cierto rechazo, cuando uno se sienta frente a Juan Carlos, cuando uno le escucha hablar, saltando de un tema a otro, o mejor dicho, saltando de un tema al mismo tema, sientes algo especial, como si estuvieras ante la presencia de un ángel. De un “mensajero” (significado etimológico de la palabra, en su origen griego). Un ángel que guía, transmite un mensaje, acompaña. Esta es esa primera idea que he acariciado en diversos momentos, viéndole actuar, desenvolverse. 

Y al mismo tiempo, Juan Carlos es un héroe, el héroe del día a día, no el de los laureles y las grandes hazañas, el héroe de las personas sencillas, de lo cotidiano, de los corazones limpios. “Héroe con tus actos. Ángel con tus palabras”. Esto le escribí hace años, al término de uno de los actos de Voces. Su respuesta fue digna de quien venía: “Querida Elena: me siento tan orgulloso de tu carta que se la voy a enseñar a mi hija”. 
Lo entendí muy bien. Por eso a mi me enorgulleció especialmente que también la mía, mi hija Alicia, me acompañara todo el tiempo en esta entrevista. Ocuparse de la parte técnica fue lo de menos. Lo importante fue lo que creo que ella aprendió de esas horas escuchando a Juan Carlos. 

Y también quiero contar una pequeña historia, algo que dice mucho sobre él. Habíamos hecho el ensayo general de Voces en el salón de actos de mi colegio y el encargado de mantenimiento, un marroquí de 60 años que trabaja allí, se tocó el corazón al término del ensayo diciéndome que no había entendido nada, pero que la música le había tocado el corazón. Se lo comenté a Juan Carlos y le abrazó de inmediato. Hablaron un rato, no sé en qué términos, pero sé que al día siguiente, o quizás a los dos días, Juan Carlos me llamó y me dijo que había pensado que quizás a mi compañero le gustaría ir al concierto, que seguramente no había ido en su vida a algo parecido. Y que si no lo hacíamos por alguien que era cercano, cómo íbamos a poder ayudar a los que están lejos… 

Así es él en El Atril y Tras El Atril. 



Madrid, 10 de julio de 2018.



Elena González Correcher ®

Conversación con Juan Carlos Arnanz - Parte II


A través de los actos

– Pasamos a otro tema. Las sorpresas. Te gustan las sorpresas, ¿verdad? Las tiene el público siempre en los conciertos, pero también las tenemos los participantes. Siempre hay sorpresas para nosotros en un concierto de Voces.
– Me gusta dar sorpresas, sí. Las sorpresas son un aliciente más, son como las patas de la ilusión, el no saber lo que va a pasar en cada momento, como en la noche de Reyes, aunque quizás la primera sorpresa, por lo menos para mí, es que, con semejante lío, el concierto salga, jajaja.

– En esta ocasión, el sorprendido has sido tú. ¿Cómo te sentiste cuando recibiste los regalos, cuando viste desplegarse esas pancartas diciendo “Gracias, Juan Carlos”, al término del ensayo general? ¿Cuando viste la acuarela, el billete de avión a tu nombre, con destino Ghana y fecha abierta…?
– Como te he dicho, me gustan las sorpresas pero, sobre todo darlas. Me cuesta más trabajo recibirlas, me bloqueo un poco y no sé reaccionar. Cuando os acercasteis algunos a darme las gracias por la preparación del concierto, cosa que os agradezco de corazón, pues bueno, me esperaba unas palabras bonitas, pero cuando vi en lo alto del escenario dos pancartas enormes con mi nombre, eso me bloqueó un poco, como que no fuese conmigo, ¿habían hecho eso para mí? ¡Qué pasada!. Estoy seguro de que se me puso cara de bobo, y después me entregasteis una pintura maravillosa de mi persona que representa un concierto de Voces y un billete de avión para ir a Ghana a ver nuestro proyecto de los pozos de agua... La verdad, me costó trabajo asimilarlo e igual no supe en ese momento agradecerlo, aprovecho para hacerlo ahora desde aquí y en un estado de mayor tranquilidad. Me pareció todo precioso, pero me dio mucho pudor también. 


Acuarela realizada por Francisco Guerra

– Hubo una respuesta unánime y de participación por parte de todos.
– Me alegra que así fuese por lo que significa.

– Tocaba agradecerte, sorprenderte.
– Pues lo agradezco de corazón. El hecho de que la gente participe en nuestros conciertos ya es suficiente regalo, lo demás ya es una pasada. Muchas gracias. 

Todo aquel que haya organizado algo en su vida, un viaje de un grupo de amigos, una comida familiar, cualquier cosa, por pequeña que sea, sabe de las dificultades que esta tarea tiene siempre, sin excepción. La pregunta es obligada.

– Surge la idea de un concierto y, ¿por dónde empiezas? ¿qué es lo primero de todo? Hay que elegir repertorio, concretar con los directores, con los músicos, los cantantes, el auditorio, las otras actuaciones del concierto, los técnicos, la ONG beneficiaria…
– El principio es siempre el mismo. Siempre comienzo diciéndome: “Que no, que no, no empieces”–, ríe, mientras pone las manos en la cabeza y la mueve a derecha e izquierda, como no queriendo ser consciente de que “ya está liada”.
Todo empieza a surgir al mismo tiempo, todo a la vez. Cuando digo que estamos ante el último concierto lo digo de verdad por el trabajo y la tensión que conlleva, pero hay cosas que no puedo evitar, debe ser que tengo hiperactividad y las ideas surgen. Eso de la hiperactividad es una cosa de ahora, cuando yo era niño a la hiperactividad se la llamaba "dale una torta al niño a ver si se queda quieto" jajajaja.
La chispa puede surgir en cualquier momento. Te pongo un ejemplo. Cuando el tsunami del 2004, estaba yo solo en casa viendo un documental en la televisión y apareció la imagen de un abuelo en Sri Lanka. Llevaba en brazos a un bebé, su nieto, un niño que tenía los ojos negros grandes como escarabajos de los cuales brotaban las lágrimas. Los padres de ese niño habían fallecido. Yo, imagino que como tantísimas personas, le miraba emocionado y me preguntaba: “¿qué puedo hacer por ellos? ... Un concierto”. 
Ante un nuevo proyecto siempre pienso una cosa: lo que más solemos querer las personas es a nuestros hijos. El amor a los hijos es irracional. Pero toda la gente que sufre, que muere, son hijos. No son los míos, pero son hijos de alguien. Si mi hija estuviera en peligro de muerte, yo daría todo lo que tengo porque alguien a  miles de kms. de distancia la salvase. Ese es nuestro poder y esa es la motivación de cada concierto y cada paso que doy. 
Escuchas una música en algún sitio y dices: “eso estaría bien para Voces”. Y cuando te quieres dar cuenta, “ya está liada”. Normalmente planifico 100 cosas para un concierto, y de las 100, finalmente llegan 10. Si planificara 10 llegaría 1, y si planificara 1, posiblemente no saldría, así que hay que marcarse grandes metas para conseguir resultados y si muchas de ellas no salen, no pasa nada, nunca me frustro porque las cosas no salgan. Hace poco escuché una cosa sobre Edison: dicen que Edison descubrió la bombilla después de 1000 pruebas. Alguien le preguntó entonces sobre los 999 fracasos previos. Y entonces él contesto: “¿Fracasos? En absoluto, he descubierto 999 maneras de no hacer una bombilla”. Todas las experiencias que tengamos no sirven para algo.
En este concierto, por ejemplo, había una obra programada y que se iba a cantar, finalmente, y por circunstancias varias, no pudo hacerse. ¿Por qué? Pues quizás porque no se tenía que haber hecho. Muchas veces las cosas no salen porque no tienen que salir y ¿quién nos dice a nosotros que no es mejor así? La sustituimos por una zarzuela y finalmente te das cuenta de que resultó mucho mejor así. Cada vez creo más en que el universo te envía mensajes de ese tipo que tienes que saber entender. 
En cuanto a planificación del concierto, la verdad es que lo voy gestando todo al mismo tiempo. Tengo mi mesa llena de post-it, el móvil lleno de mensajes, de anotaciones. Siempre empiezo por una lista, una lista en la que anoto todo lo que se me ocurre que tiene que ver con el concierto, absolutamente todo: urnas, camisetas, directores, repertorio, TVE, coros, bandas, orquestas, partituras, proyecto solidario… Preparar un concierto como este que acabamos de hacer lleva unos 8 ó 9 meses. 
Imagina, por ponerte un ejemplo, las cosas que tú has tenido que organizar con tu grupo, con Cantate Mundi, para este concierto. Pues eso, todo lo tuyo, es un círculo. Eso inclúyelo dentro de un círculo mayor que sería el coro solidario donde están agrupados todos los coros, que son otros círculos, y eso, a su vez, en otro mayor, que es el coro total de más de 600 voces y eso dentro del total con banda y orquesta, que a su vez está lleno de sus círculos y directores, pues ese es el trabajo, ir conjuntando los círculos. Afortunadamente, en cada círculo de trabajo hay uno o varios responsables que desempeñan magníficamente su labor y hacen que todo salga estupendamente bien.

He de decir, y se lo digo porque creo que debe saberlo, que yo he aprendido mucho de él. Que en materia organizativa, Juan Carlos ha sido y es para mi modelo. Me asombran sus capacidades y sobre todo me asombra el cariño que pone en todo, la sonrisa que nunca pierde, pese a cualquier inconveniente. 

– Mira, el ensayo de la banda del día previo al concierto del 3 de junio fue muy largo, duró cinco horas y estaban todos agotados. Yo lo pasé un poco mal y al final del ensayo salí a pedir disculpas y decir algo como “si llego a saber que el ensayo iba a ser tan largo, lo habríamos cortado o habríamos cambiado piezas”, algo así, pero cuando me puse a hablar, lo que me salió decirles fue muy diferente: “iba a deciros que si hubiese sabido antes que el ensayo sería tan largo igual no habíamos hecho este concierto, pero lo siento, no os pido disculpas, porque si no llega a hacerse este ensayo y, por lo tanto, el concierto, no habríamos salvado vidas, así que os aguantáis con estas cinco horitas entre pecho y espalda”. Me salió así. La gente se echó a reír y capítulo cerrado. 

– También es cierto que tu manera de decir las cosas es muy especial, nadie se podría enfadar contigo nunca.
– Bueno, a veces no es todo tan suave. Otras veces me enfado, pero cuando tienes que tirar para adelante, no puedes perder el tiempo con enfados y hay que ser positivo y dejarse llevar por el motor de la ilusión e, imagino, que eso es un poco contagioso. Yo vivo de la ilusión de los demás, ella me contamina y yo contagio a los que se dejen y ellos me contagian con la suya. Es un círculo vicioso. Todos nos ilusionamos de todos y con todos …. ¡Ah, por cierto–, dice entre carcajadas también contagiosas–! Sí, sí hay personas que se enfadan conmigo. 

– Imaginemos que ayer soñaste un nuevo concierto. Hoy te levantas, y con el café empiezas a escribir en tu cuaderno o en tu agenda. ¿Primer paso?
– La lista, aunque sea de manera desordenada, una lista con todas las cosas que se me pasan por la cabeza, después, ya se irán ordenando, música, personas, tareas, proyecto solidario. etc. Otra cosa que hago es buscar en internet datos y documentales de cómo viven las personas que vamos a ayudar, eso da mucha fuerza, ponerte en su situación y ser consciente del poder que tenemos todos nosotros para cambiar su vida y, aunque parezca duro, su muerte. Por ejemplo, parte de la situación de los niños de la zona de Ghana donde vamos a hacer los proyectos es así: 50 de cada 1.000 nacidos vivos mueren antes de cumplir 1 año y 100 más antes de cumplir los 4. El 71,4% de los menores de 5 años sufre desnutrición crónica y el 52,1% aguda. El 94% de la población del distrito tiene que caminar más de media hora antes de recibir atención médica. Vale, ahora vas tú y piensas “tenemos en nuestras manos el poder de cambiar esta situación”. Lógicamente, ese planteamiento te da fuerzas para afrontar un nuevo concierto y proyecto.

– ¿Con cuánta antelación comienzas las gestiones previas a un concierto? 
– Cada uno es diferente. Este con ocho meses aproximadamente. ¿Sabes cómo empezó? Algunos domingos por la mañana voy en bicicleta al Retiro a escuchar a la Banda Municipal de Madrid. Un domingo no estaban ellos, pero había una banda de un pueblo de Teruel. Estaban tocando una obra que me llamó la atención y les pregunté por ella: “Libertadores”. A las dos semanas, hablando con un amigo trompeta de la Guardia Real hablamos sobre esta obra y me dijo con cierta picardía y provocación “podíamos hacer nosotros esta obra en un concierto de Voces para la Paz”, y empecé a imaginarme esa obra con una gran banda. Eso te lleva a indagar, ¿crees que se apuntarían músicos de bandas profesionales para un concierto de Voces? El, y otros compañeros con los que comenté el tema, se mostraron muy ilusionados con el proyecto y la idea de ofrecer un concierto de una gran banda sinfónica con un gran coro, algo que no se recuerda haber visto nunca, y así empezó todo, por escuchar una obra en el Retiro.
Me doy cuenta, y mucha gente me lo dice, que Voces para la Paz parece que ha marcado un estilo de hacer las cosas, conciertos amables, con calidad, emotivos, con risas y lágrimas de emoción, con participación de todos y con la generosidad como bandera. También hemos roto un poquito los moldes de la seriedad en los conciertos de música clásica incluyendo números cómicos. ¿Recuerdas el número de la máquina de escribir? Recuerdo con mucho cariño cuando se lo propuse al maestro Miguel Roa, y como a él le “iba mucho la marcha”, también le apeteció y lo hicimos. Este vídeo lleva ya más de cinco millones y medio de visitas en youtube… A partir de ahí, hicimos otra serie de números humorísticos similares: el papel de lija, el número de los jardineros, por ejemplo, y este año lo de las marimbas. Hay que echarle valor, pero mira, gusta y al final la gente copia estos numeritos.
Hay que conseguir que los músicos se diviertan haciendo música. Siempre les digo: “reíd y pasadlo lo mejor posible, no os cortéis”. Eso contribuye a generar muy buen ambiente. 

– ¿Cómo es una jornada normal tuya en esas semanas previas a un concierto, un día cualquiera?
– Pues mira, se duerme poco y se trabaja mucho, así por resumir. Todo el rato con el teléfono hasta tarde, correos, llamadas, whatsapp. El problema es que tú no puedes decir a las 12 de la noche “ahora voy a cerrar los ojos”, sencillamente porque tu mente no termina de trabajar y te levantas con la cabeza dando vueltas a ideas que, incluso, te han surgido en mitad de la noche, pero qué se le va a hacer, así son las cosas.

– Y siempre contestas a todo.
– Si, intento responder a todo y a todos, más pronto o más tarde, pero así lo  hago. Si alguien se ha molestado en escribirte, creo que debes responder. Mira, por ejemplo –me muestra en este momento el calendario de su móvil repleto de tareas–, estas son las cosa que anoto porque son muy importantes, y para que no se me olviden. 
Por eso, cuando acaba un concierto, es como si mi cuerpo dijera “hasta aquí”.
Cuando estás preparando un concierto la jornada de trabajo no termina nunca y no hay festivos. Otra cosa es que amoldes tu trabajo a las cosas que van surgiendo, con mi hija, familia, salidas con amigos, lo que es una vida normal, lo único es que el resto de tiempo está dedicado al concierto.

No puedo evitar contar que durante estos últimos años, he recibido unos cuantos whatsapp de Juan Carlos verdaderamente peculiares, por llamarlos de alguna forma. Para ganar tiempo, él dicta al teléfono, y como no puede ser de otro modo, el teléfono pone lo que quiere. Ha habido algunos francamente graciosos y otros que me ha tocado pedirle que me explique algo más claro lo que quiere decir…

Con Voces para la Paz la gente y algunas instituciones se implican de una manera que hasta a mi mismo me sorprenden. Entidades como en Auditorio Nacional, la SGAE, La OCNE, ORCAM, ORTVE, TVE se esfuerzan por colaborar y te facilitan sus  instalaciones o te hacen precios especiales, todo eso repercute en el resultado y en la consecución de fondos para el proyecto de ayuda humanitaria. En Voces ningún músico cobra y muchos vienen desde muy lejos y ellos se costean todo. 

– Hasta ahora, todo el tiempo estamos hablando de la ilusión de un proyecto por hacer, esa ilusión que es la que da la energía necesaria para que nada se te ponga por delante, pero acaba el concierto. ¿Qué sientes en ese momento, justo cuando el director baja la mano?
– En ese momento pienso: “ahora tengo que salir a hablar yo”, y eso me da un poco de miedo, porque lo peor de todo es que para esas horas el agotamiento ya está pasando su factura y tienes que sacar fuerzas para cerrar el concierto. Además, cuando ves a todo el mundo esperando escuchar lo que tienes que decir, puf, miles de personas en silencio y tú solo para “pegarte” con el micrófono, jajaja, pero no queda más remedio y lo tienes que hacer.
En Voces se vive intensamente todo. El ensayo es una locura. Este año, 10 minutos antes de comenzar a ensayar no estaba terminado de montar el escenario y el tiempo se nos echaba encima. Más de 700 músicos entre banda y coro organizándose entre ellos, pero de repente, das unas palmadas, la gente empieza a guardar silencio, diriges unas palabras para la organización del ensayo y el concierto, empiezan a desfilar los maestros por el podio y se empieza a gestar algo que hasta ese momento nunca se había escuchado, una macro banda de más de 120 músicos y un coro de 600 personas: surge el milagro. 
Después viene el concierto, el público entra en la sala, no se reparte programa de mano, nadie sabe lo que va a pasar allí, me atrevo a decir que ni el público ni los músicos. Sale el presentador, explica el proyecto de ayuda humanitaria, la construcción de pozos de agua para 5.000 personas en Ghana, y avisa de lo mismo, "no sabemos qué locura nos tienen preparada estos músicos "locos". Empiezan a desfilar los directores, las piezas se suceden unas detrás de otras y el público no deja de asombrarse de la magnificencia, la dulzura, la simpatía, la solemnidad, la alegría,… todo lo que allí se está representando. Todos nos identificamos con todos, porque es eso, una causa común que nos une, el amor a la música y a la solidaridad.  
Normalmente, cuando termina el concierto, después de todo, siempre me he quedado recogiendo y alguna vez he ido a alguno de los bares de los alrededores del Auditorio, donde está todo el mundo tomando algo. Pero esta vez no tenía fuerza para nada, sólo quería ir a casa a descansar, porque me gusta que a la mañana siguiente todo el mundo tenga puntualmente su mensaje de agradecimiento.
Los dos días siguientes al concierto estuve hablando por teléfono sin parar, agradeciendo la participación de los músicos y respondiendo correos, después, me puse malo, imagino que sería el bajón. 

– ¿Qué pasa por tu cabeza cuando recibes los cientos de mensajes, correos o llamadas de personas agradecidas y emocionadas que han participado en el concierto?
– La verdad es que me encanta porque eso es reflejo de que las personas lo han pasado bien, han disfrutado y se han cargado de emociones, pero es curioso, las redes sociales también han modificado nuestras costumbres y maneras de comunicarnos: ahora hay más mensajes por whatsapp, facebook, etc. Otra cosa  que también veo es de que como la gente espera que los conciertos de Voces sean siempre un éxito, ya se da por supuesto y parece que eso tiene que ser así, y no se dan cuenta de que cada concierto es un reto nuevo y distinto. Es como dar por supuesto que Nadal siempre tiene que ganar al tenis, pues no es así, siempre tienes que esforzarte como si fuese un proyecto nuevo, también así evitas caer en la rutina de todos los conciertos iguales. 
Hay mucha gente, principalmente músicos amateur, que me transmite mucho cariño y agradecimiento por haber podido participar en este precioso proyecto, para ellos ha sido el cumplimiento de un sueño, incluso, sé de algunos casos a los que les ha supuesto una terapia personal, compañeros que han venido con una grave enfermedad o depresión y el concierto les ha devuelto las ganas de luchar. No me lo invento, tengo nombres ;-)
Voces para la Paz tiene mucho que ver con “haz bien y no mires a quién”. No sólo ayuda a los beneficiarios del proyecto ahí donde se realice, nos ayuda a todos y cada uno de nosotros mismos.
A los directores los llamo por teléfono al día siguiente y es en ese momento cuando ellos me empiezan a comentar lo vivido, cuando ves lo que han disfrutado, cuando entienden lo que es esto. Muchos me dicen, "hay que vivir esto para entenderlo porque este no es un concierto más, es algo diferente a lo habitual" y también quedan “contagiados” por el espíritu de Voces.




En este concierto había un clarinetista con 13 años y un trompa con la misma edad. Eran los hijos de otro clarinete y de un director. Ellos vinieron al ensayo para ver a sus padres pero les dije que quería que tocasen para que comprendieran el significado que tiene la música: no sólo son notas que llegan al oído, la música es la expresión de la emoción y en este caso, además, salva vidas. El padre de uno de ellos me dijo que por la noche su hijo no había podido dormir de la emoción, ¿imaginas lo que ha supuesto para estos chicos este concierto? No lo olvidarán en su vida, y fue con Voces. Junto a las medallas de deporte que uno de estos chicos había ganado, y que exponía en su cuarto como un trofeo, había colgado la acreditación para entrar al concierto. “Este concierto le ha cambiado la vida”, me dijo su padre. 

Seguramente este fue, para mi, uno de los momentos más emotivos de la entrevista. Me parece una anécdota de una ternura infinita. Hay mucho corazón en ella. 

– Luego tenemos también el caso de una portuguesa que viene desde Holanda a cantar, o una contrabajista que viene desde Suiza, o alguien que viene desde Oviedo, otros varios desde Levante, los tambores desde Zamora, etc. Músicos que te dicen que es el mejor concierto en el que han participado en su vida, eso es muy impresionante.

– Es porque es una fiesta, por el ambiente que se vive…
– Cuando al día siguiente llamo al delegado de una de las bandas que vino me dice: “no te imaginas cómo están todos, desencajados”. Los que han participado, contando anécdotas, y los que  no han participado no hacen más que decir “para el próximo me apunto”. O quien dice que cuando se apuntó suponía que esto era especial, pero que no imaginaba tanto. 

Conversación con Juan Carlos Arnanz - Parte I

Juan Carlos Arnanz





Investigando en internet, se encuentran varias fuentes de información que nos explican qué es “Voces para la Paz”. Todos nosotros, todos los que conocemos algo de esta organización sin ánimo de lucro, sabemos que Voces para la Paz es Juan Carlos Arnanz.
Pese a eso, el sentido de esta conversación en El Atril, no es ampliar información sobre Voces para la Paz, algo que encarecidamente recomiendo a todo el mundo que haga en cualquier momento, sino acercarnos a esa persona increíble que es Juan Carlos.
Pero ya anticipo que no es fácil. Imposible separar. No porque él sea una persona que se esconda en las palabras, sino porque su forma de ser, tan humilde, tan modesta, le impide hablar mucho de él, y cuando lo hace piensa que no son cosas importantes, o quizás son pensamientos muy personales y dice “esto no lo pongas”, algo que respeto profundamente, no puede ser de otro modo.
Algunas de mis preguntas tenían que ver con Voces, claro, porque ahí estaba la relación: Juan Carlos y la música, pero otras eran sobre él, su forma de ser, de entender, de sentir: lo que él siente, lo que él vive, lo que él piensa. Una vez tras otra, él cogía las riendas de la conversación con elegancia, sé que lo hacía involuntariamente, y me llevaba nuevamente al terreno de Voces. Todo lo que era personal era muy personal, pero todo lo demás era Voces. Yo le preguntaba por su vida, y él me respondía hablando sobre Voces. ¿Por qué? Porque Voces es vida para él, la suya y la de muchas personas, porque Voces es la manera en que Juan Carlos entiende, siente y vive su vida. Comprender eso es fundamental para entender el contenido de esta conversación. 
En una ocasión, hace unos cuantos años, en el ensayo del coro en el que yo cantaba, apareció este hombre alto, delgado, siempre sonriente, que nos habló de su proyecto. Recuerdo que era un momento en el que había excesiva actividad coral en mi vida, un momento en el que me estaba planteando dejar cosas, soltar un poco, pero él nos habló de tal manera que tardé cinco segundos, (¿cinco? mucho, me parece) en rellenar la ficha de participación en el proyecto.
Si hay una persona que es capaz de llevarte de la mano, de hacerte volar para que vivas su sueño, ese es Juan Carlos. Su energía, su ilusión, su entusiasmo por todo, su capacidad de comunicar, su sonrisa siempre… todo te convence, te lleva, al margen de lo que tu cerebro quiera hacer. Uno no piensa: sólo siente, vive, se monta en el tren de su ilusión y le sigue. Lo demás viene después. Aquello fue en 2011, han pasado ya unos cuantos años.
En estas páginas, nos acercaremos a Juan Carlos a través de sus sueños, los que dieron forma a esta organización; a través de sus actos, los que generan cada uno de los conciertos; y a través de sus ideas, las que nos darán Juan Carlos para rato.



A través de los sueños

En estos años que hace que nos conocemos, hemos hablado bastante, hemos tenido conversaciones muy interesantes sobre muchas cosas, pero El Atril ponía a mi alcance la posibilidad de dar a conocer algo más esos pensamientos que conforman la personalidad de Juan Carlos, así que cuando surgió la oportunidad, no la dejé pasar. Le costó un poco decir que sí, porque no entendía que su persona pudiera ser interesante para que nadie leyera cosas sobre él, pero con esta conversación creo que podremos demostrarle que sí, que sí es interesante. Espero que a todos os lo parezca. Bienvenidos, pues, a una nueva entrega de “El Atril”.

¿A qué te dedicas, Juan Carlos? Sabemos que fuiste empleado de banca hasta hace unos años, pero después de eso, y dejando al margen Voces para la Paz, ¿en qué ocupas tu tiempo?
– Empecé a trabajar en Banca, en Caja Madrid, con 18 años y lo dejé con el ERE en 2013. Estuve trabajando allí 38 años. Aprendí mucho en estos años, y algunas cosas de gestión, curiosamente, que me sirvieron mucho para cosas que luego tuvieron que ver con Voces.

– ¿Con Voces? ¿Qué puede tener que ver un banco con este proyecto? Aparentemente no mucho.
– Pues mucho, aunque no lo imagines. Todo es gestionar y vender. La vida misma es vender. Mostrarnos es vender. Dicho así suena muy mercantilista, pero en realidad todo es exponer una idea, un proyecto, un producto. Cuando decimos de alguien “este tío es listísimo, te vende el desierto”, eso no es el tipo de venta al que yo me refiero, eso es engañar o aprovecharse de los demás y queda al margen de lo que quiero decirte. Vender es ofrecer lo mejor que tienes y  que le pueda servir a los otros. 
Pero todo es vender: unos venden dinero, coches, su trabajo o productos, otros venden solidaridad… Ahí, en la banca, como en cualquier negocio y si lo quieres hacer de una manera ética, que se puede, se aprende mucho, principalmente a dar a las personas lo que necesitan. 
Los conciertos de Voces son como los hijos, dan muchísimo trabajo pero son gratificantes: todos distintos, tengas 2 o tengas 10. Mirando hacia atrás, me sorprende ver cómo he podido llevar al mismo tiempo los conciertos de Voces, mi trabajo, y cómo he criado y educado a mi hija, no sé cómo he podido… pero bueno, ahí está todo.
Cuando en 2013 dejé el banco, también me dediqué a estudiar. Llevo toda la vida buscándome: aún no me he encontrado del todo –ríe–, pero estoy empezando a intuirme. En aquel momento, al dejar el banco, empecé a meterme en temas de meditación, a hacer cursos de estudio de la persona. Oí entonces hablar del coaching, y aquello me empezó a gustar, así que me apuntaba a todo. He acabado estudiando y ejerciendo el coaching ontológico para poder conocer mejor  a los demás y a mí mismo. He compaginado el trabajo de coach y los proyectos de Voces, que esto nunca ha parado. Hace 4 años dije que finalizaba Voces para la Paz, era mucho trabajo y estaba agotado. Habían pasado 20 años desde su fundación en 1998, y sí, se acabó, pero parece que yo no sé poner freno del todo, así que me inventé lo que he llamado “Libros para la Paz”, que era hacer una jornada en la cual todo el que quisiese llevase libros a un parque y se llevase los libros que deseara, y con todos los libros que sobrasen, haríamos bibliotecas en Paraguay. En dos ediciones hemos podido enviar más de 20.000 libros a ese país, y todo ello amenizado por los músicos de Voces para la Paz. No he parado, es verdad, pero es que debo ser un enfermo –dice entre risas–. Creo que tengo que aprender a frenar un poquito.

Supongo que Voces ha supuesto un antes y un después en tu vida.
– En mi vida y en la de muchos, sí. Todo lo que sea acción genera un cambio.



– ¿El cambio lo supuso el primer concierto o alguno otro de después, alguno en el que tuvieras la certeza de estar ya en algo más grande?
– El cambio no sólo es Voces. La vida misma es un cambio, el día a día. Antes siempre me ponía metas, y esto me generaba mucha angustia, ahora intento no hacerlo: lo que venga se vive. Es algo que siempre le digo a mi hija o incluso a algunos coachees (clientes de coaching) cuando me preguntan qué hacer. Siempre digo lo mismo: “tú haz, lo que creas, lo que te apetezca, ya llegará el momento en el que aparezca la utilidad de lo que haces”, y la vida se va recolocando como las piezas de un puzzle
Aparte de Libros para la Paz, tengo algunos otros proyectos que están ya diseñados y puede que algún día se lleven a cabo, o no, pero ahí están, el Universo nos dirá. ;-)
¿Sabía yo que Voces me iba a cambiar tanto la vida? En aquella época no, ni lo imaginaba, pensaba que cambiaría la de los demás, pero no la mía, grave confusión, ya que si cambia nuestro entorno, cambiamos nosotros. Todo es cambio. Yo me iba dando cuenta de que se estaba haciendo algo que no se había hecho nunca y que podía ser el principio de una nueva forma de hacer música y solidaridad. En las Navidades de 1998, ese primer concierto de Voces para la Paz fue una fiesta. Un concierto de coro y piano. Me puse a llamar a compañeros de los principales coros profesionales y otros amigos cantantes y nos juntamos unas 140 voces para cantar villancicos, resultó todo un éxito, y conseguimos juntar un dinero para ayudar a los damnificados del huracán Mitch en Centroamérica.  
Salió bien, muy bien, nos quedamos con ganas de más y los amigos dijeron “podíamos repetir, pero con orquesta”. Yo, en mi vida de cantante, había cantado mucho con orquestas, pero conocía poco su mundo y organización, así que tuve que improvisar. Pregunté quiénes eran los miembros más “cañeros” y con inquietudes sociales de las orquestas de Madrid, los más reivindicativos. Me hablaron de un flautista de la ONE, una flautista de RTVE y un viola de la Sinfónica de Madrid y dije que quería hablar con ellos. Respondieron al instante y así se formó por completo "Voces para la Paz" (Músicos Solidarios), en el año 1999.

– ¿Por qué con ellos, por qué buscabas a esas personas?
– Porque sin duda son los que más energía tienen y mayor capacidad de seguir si algo no sale bien, y yo necesitaba mucha energía para sacar esto adelante. También es necesario sintonizar con personas que están en tu misma onda de trabajo y con la experiencia que a ti te falta. Personas muy generosas y que están dispuestas a dar parte de su tiempo para ayudar a los demás... y además haciendo música. Cuando sumas entusiasmos, el resultado no suma: se multiplica. 

Menudo planteamiento…
– La orquesta que surgió de esa primera convocatoria estaba bastante descompensada en el equilibrio de los instrumentos: muchas violas, pocos violines, muchas flautas y trompas, una plantilla muy extraña, pero  sonó como una orquesta de ángeles, fue una maravilla. 
El proyecto de ese año fue para hacer una carretera rural entre las montañas de Nepal. Había 35.000 personas que se quedaban aisladas en época de lluvias. Ese aislamiento implicaba que allí no llegaba sanidad ni educación y el comercio era muy precario, porque no podían llevar sus productos al mercado. Había familias que, para salir adelante, tenían que vender a sus hijas a los prostíbulos de Bombay, un auténtico drama. ¿Cómo podíamos solucionar ese problema? Haciendo una carretera que permitiese el comercio de sus productos y por la que pudiese llegar a esas poblaciones educación, sanidad y un poco de prosperidad y dignidad. Gracias a esa carretera, los habitantes de los pueblos de esa zona podían llevar sus productos al mercado y aumentar los ingresos económicos que les permitiesen mejorar sus condiciones de vida. Por la carretera les llegaba el comercio, la sanidad, el agua; la carretera era la salvación de miles de personas, en ese momento y en años futuros. Por esa carretera llegaba dignidad.

¿Cómo haces la propuesta de los proyectos a los músicos?
La propuesta de proyectos a los músicos la hago dirigiéndome a ellos en un día de ensayo de orquesta o coro y les hablo a todos, les explico la finalidad del concierto y les invito a participar en esta gran fiesta de la música y la solidaridad, animándoles a que participen. Se apuntan los que quieren y pueden. Así, poco a poco, se va formando la plantilla para el concierto. Es curioso ver el respeto con el que los compañeros escuchan la propuesta. "Voces para la Paz" despierta muchas simpatías. 

– ¿Qué ha cambiado desde aquel primer concierto? ¿Has cambiado tú?
– Sí, por completo, al conocer más a las personas empatizas más con ellas, y al profundizar en las necesidades de otros pueblos, te haces más compasivo. También cambia tu escala de valores y lo material va perdiendo valor. Te das cuenta de que tú tienes mucho más de lo que necesitas y de que eres un medio para conseguir algo. Tu vida cobra un sentido. También  aprendes a apreciar que no es tan importante lo que eres; músico, arquitecto, médico, albañil; sino cómo eres y que la gente te valora por eso, por el cómo, no por el qué eres.  

– Trabajabas en un banco, pero ¿de cuándo te viene tu pertenencia al mundo coral?
– A mi me ha gustado la música desde siempre, pero en mi familia no había ninguna vinculación con el mundo de la música y no me llevaron a estudiarla. Cuando tenía 16 años, entre a cantar en un coro de música rusa, qué gracia, un amigo y yo nos metimos allí para ligar, lógico en unos adolescentes, jajaja, pero no ligamos nada, como era de esperar. En cambio, nos entró el gusto por la música coral. De ahí pasé a otros coros amateur y compañías de ópera y zarzuela. Inicié estudios empresariales en ICADE pero no me gustaba y con 22 años dejé esos estudios y me puse a estudiar solfeo en una academia junto a niños de 9 años. Fue frustrante, porque me costó muchísimo trabajo aprenderlo y ellos lo hacían con un desparpajo increíble, pero eso era lo que yo quería hacer. Más tarde entré a estudiar la carrera de canto en la Escuela Superior de Canto de Madrid.
Años más tarde oposité para el Coro de la Comunidad de Madrid, estuve allí tres o cuatro años e hice muchos y buenos amigos. Mi vida era muy activa, por la mañana trabajaba en la Caja de Ahorros, por la tarde iba al coro y además tenía que atender a mi hija que era muy pequeña. La vida se fue complicando con tanto trabajo y tuve que dejar el Coro de la Comunidad. Al principio seguí haciendo "bolos" y demás colaboraciones, pero la música profesional requiere mucha entrega y yo ya no podía dedicarme más a ella.
Con el tiempo empecé a sentir un vacío en una parte de mi vida en la cual percibía que algo me faltaba, sentía que quería ser más útil para la sociedad y, movido por las inquietudes de utilizar la música como instrumento de solidaridad, en 1998 fundé "Voces para la Paz" (Músicos Solidarios)

– ¿En qué momento te das cuenta de que aquel primer concierto se ha desbordado y va mucho más allá de lo que hubieras jamás imaginado?
– Jamás habría pensado que se llegaría a lo que se ha llegado. Todos los niños sueñan, todos los mayores soñamos, pero ni en mis mejores sueños hubiera imaginado algo así, 20 años de existencia, juntando a cientos de amigos músicos y salvando y ayudando a más de 150.000 personas, más de 87.000 discos editados y, en la actualidad, cerca de 60 millones de visitas en Youtube. 
Imagínate desde el 98. Tampoco me puse como meta la permanencia de Voces, como diría un entrenador de futbol "partido a partido". 
Este último concierto del pasado 3 de junio con Banda Sinfónica y Coro ha sido para construir pozos para 5.000 personas en Ghana. Estos pozos los hacemos entre todos, tú, y también tu hija con su colaboración con la cámara de fotos,  todos los músicos y voluntarios con su trabajo. Esas personas ahora podrán cultivar la tierra, reduciremos las enfermedades y la mortalidad infantil, porque el 15% de los niños mueren antes del cuarto año, y eso lo hemos cambiado nosotros con nuestra música y nuestro trabajo.

Es muy de Juan Carlos eso de implicarte personalmente en el proyecto. Le he visto llegar a un ensayo y decir: “la vida de estas personas depende de vosotros”. Y por ello, cuando todo acaba, siempre te recuerda cuántas vidas has salvado, a cuántas personas has cambiado la vida, tú, personal y directamente tú.  Eso produce una sensación indescriptible en uno, porque es algo concreto, casi tangible. No tratamos con proyectos o con desconocidos, con números, sino con personas de verdad, con hijos, como me comentaba en algún momento de esta conversación. Por eso, en varias ocasiones durante esta conversación, Juan Carlos dirige sus palabras no a mi, sino a mi hija Alicia, que está allí con nosotros, ocupándose de la cámara y escuchando muy impresionada las palabras de Juan Carlos.

–¿Pero te das cuenta de que todo esto lo hace una única persona? Siempre hablas en plural, dices “hemos”, “somos”, y de hecho participa mucha gente, pero eres tú solo quien mueve todo.
– Bueno, vamos a poner nombres a las cosas. La idea, la gestión y la coordinación las hago yo, pero todas las piezas son fundamentales en un motor, no sobra ninguna. Todos formamos parte de este proyecto y todos formamos parte de la vida de todos porque convergemos en proyectos comunes. 
Cuando vamos de individuales y únicos cometemos errores, uno no es nada sin un equipo. Es cierto que todos tenemos nuestra identidad individual, tenemos que tenerla, pero no seríamos nada sin los demás, formamos parte de un todo. 
Lo mismo pasa con la sociedad, cuando discriminamos a las personas estamos discriminándonos a nosotros mismos, porque ellos también forman parte de nuestro mundo, aunque a veces no queramos o nos resulte incómodo. Por eso no es bueno ver a los otros como distintos y como distantes. Decía Goethe "trata a un hombre como es y seguirá siendo lo que es, trátalo como puede y debe ser y se convertirá en lo que puede y debe ser". 
Cuando uno va solo por la vida, tampoco tiene en qué apoyarse, y eso es malo. 
En este proyecto, como en todos los anteriores, frecuentemente he tenido mucho miedo y en esas circunstancias, te apoyas mucho en los demás y piensas en los beneficiarios y ese miedo pasa a segundo plano y sacas el coraje que todos tenemos dentro. No se trata de ser valiente. Ser valiente es no tener miedo de las cosas y hacerlas sin más, eso no tiene mucho mérito. Lo importante es hacerlas aun cuando se tiene miedo: eso es el coraje. También pienso muchas veces que hemos hecho las cosas por ignorancia –su risa franca le delata–, como digo muchas veces hablando de Voces para la Paz: ”como no sabíamos que era imposible, lo hicimos" 

Sí, pero hay uno que tira del carro.
– Bueno, eso pasa siempre en todos los sitios, en los trabajos, equipos, familias, en todos los grupos humanos, pero no me lo planteo, aunque sí lo sufro, jajaja.

– ¿Qué crees que hizo que en aquel momento tus amigos te siguieran? ¿Es lo mismo que hace que hoy haya cientos de personas queriendo participar en un proyecto de Voces?
– Creo que Voces para la Paz, por su carácter solidario y musical, es el proyecto que todo el mundo le gustaría hacer y, por lo tanto, el proyecto en el que a muchos les gusta participar en algún momento, no olvidemos que en Voces dirigen, tocan y cantan muchos y muy buenos músicos. Y si tú lo expones con ilusión y mostrando los resultados sorprendentes de conciertos anteriores, la gente se anima a venir, ya sea como músico o como público. 
¿Que qué hizo que mis amigos me siguieran?, eso suena un poco a mesiánico. El primer concierto fue la novedad, puesto que nunca se había hecho una convocatoria de ese estilo, hay que tener en cuenta que en el 1998 no había whatsapp, ni Facebook, twitter, etc.  y mucha gente no tenía correo electrónico y la comunicación no era tan sencilla como ahora, que llegas a cientos de personas con un dedo. Como te dije anteriormente, yo había estado algunos años en el Coro de la Comunidad de Madrid y había hecho buenos amigos allí, eso facilitó el trabajo para llegar al resto de los coros profesionales, CRTVE, Nacional, Zarzuela, y  a otros muchos más amigos cantantes. Todo se planteó como una gran fiesta y eso fue lo que pasó. Ahora, además, sabes que vas a hacer la mejor música con los mejores músicos y que la vida de miles de personas depende de tu voluntariado, y eso también anima a venir. 
Por otro lado, hay algo en Voces que rompe la rutina de trabajo diario que tiene cada músico en su orquesta, banda o coro. En Voces para la Paz te reencuentras con compañeros que hace años que no ves, tocas y cantas junto a ellos, en Voces la disciplina y el encorsetamiento que muchas veces tenemos en nuestro trabajo diario no existe, yo les pido que se rían, que se muevan, que lo pasen bien, todo eso siempre que no afecte a la técnica musical, y lo que se consigue es un resultado asombroso con apenas dos ensayos, ¿por qué?, pues porque la gente se “chuta" de alegría y energía, y  ese es el mejor motor para que las cosas salgan bien. Aquí la gente da lo mejor de sí misma. Te sientas con los demás sin miedos, sin la coraza y, por supuesto, con la camiseta de Voces para la Paz, que te identifica como miembro, como parte de un grupo de “héroes”. Es bonito sentirse héroe alguna vez, como cuando soñábamos de pequeños. Voces es un sueño, porque es la imagen del  sueño que todos hemos tenido en alguna ocasión. 
En Voces para la Paz, todos y cada uno de los componentes, se sienten protagonista directos del milagro de salvar vidas, saben que lo que no hacen ellos, no lo va a hacer nadie, y esa es la diferencia entre la vida y la muerte de las personas, eso da mucha responsabilidad. Este argumento es el que yo mismo me aplico cada vez que acometemos un nuevo proyecto. 

– En mi forma de entenderlo, y también en mi experiencia personal, creo que mucho del éxito de este proyecto está en la manera en la que tú planteas las cosas, cómo lo explicas, cómo lo propones. Transmites ilusión, es muy fácil seguirte.
– Mi manera de explicar las cosas–, dice mientras ríe–… Bueno, hago lo que puedo, pero si hablas con el corazón, diciendo lo que sientes, es fácil llegar a las personas, porque todos tenemos los mismos sentimientos y emociones, lo que pasa es que muchas veces las tenemos reprimidas o nos da miedo mostrarlas y cuando llega un tipo, en este caso yo, y se convierte en tu espejo y refleja tus sentimientos, es fácil de entender. Dime, si tú planteas un concierto en el Auditorio Nacional, con los mejores músicos de orquesta o de banda, con los mejores cantantes, con los mejores directores, con un programa musical atractivo, que va a ser una fiesta y dices que, además, INTEGRAMENTE todo lo que se recauda es para salvar la vida de personas para las cuales somos su única esperanza de vida, ¿quién se puede resistir?
Hay una cosa en Voces que siempre me ha parecido muy importante, que son los previos y los momentos posteriores. Esto lo viví así desde el año de mi primera participación, en el que todos los participantes recibimos una bonita historia que aunaba todas las obras que habíamos cantado, un texto escrito por Juan Carlos en primera persona que hacía ese recorrido por las obras. Creo recordar que había doble programa: uno en blanco, sin las piezas, y éste otro. 
Cada cantante, cada músico, se siente protagonista absoluto, se siente que ha hecho algo único, porque Juan Carlos les da, nos da un importancia tremenda. “La vida de estas personas depende de nosotros”. No voy a olvidar, mientras viva, el aplauso que en mi primer concierto de Voces, Juan Carlos pidió al público para nosotros: “no os pido un aplauso por ser buenos músicos, que lo son; os pido que les aplaudáis por ser buenas personas”. Es imposible explicar lo que se siente en ese momento, justo cuando Amazing Grace acaba de sonar en el Auditorio, con una enorme banda de gaiteros. Sencillamente imposible. 
Por eso, por esa sensación de cercanía y de implicación que él consigue en todos, tras el primer concierto le dije que contara conmigo para cualquier cosa, para vender camisetas, para ejercer de “acomodador” por un día en el Auditorio Nacional, para acompañar, responder dudas, etc. Fue una experiencia que me encantó y que desde entonces he seguido haciendo en cada proyecto, implicándome cada vez un poquito más. Me encanta “ser” Voces para la Paz.