2 de mayo de 2024

Conversación con Dante Andreo

 

Presentación

Cuando Cantante Mundi celebró su décimo aniversario, cuando en nuestro haber se sumaban veinticinco cursos/talleres y cuando nuestros amigos, nuestra gran familia, había crecido en número y sobre todo en cariño, tomamos la decisión de formar un coro, algo que no era, ni mucho menos, la primera vez que nos planteábamos. Pero en ese momento fue “el momento”. 

El grupo se formó, despacio, todo era nuevo y había que ir adaptándose, y se seleccionó también el repertorio para esos primeros meses de trabajo. Una de las obras que elegimos era muy especial para nosotros, “Las nubes me trajeron”, con texto de Rafael Alberti y música de Dante Andreo.

Y, como al poeta, al comenzar a estudiar, al comenzar a cantarla, las nubes me trajeron recuerdos e imágenes. Igual que Alberti, volé hacia un tiempo de atrás, hacia unos días que recuerdo con sumo cariño.

Era el mes de abril de 2009 exactamente. Por primera vez en mi vida, tomé la decisión de participar en un seminario de canto coral, un concepto que para mi era novedoso: un tiempo limitado y concreto, exactamente un fin de semana, trabajo coral intensivo y un grupo de personas conviviendo en cada ensayo y entre ensayos, para terminar con la celebración de un concierto. Diferentes maestros al frente y, en este caso, la grandísima suerte de poder trabajar con el compositor de las obras que mayoritariamente formaban el repertorio de este taller.

Yo venía de un coro con ensayos semanales, mismo grupo, mismo director y misma visión, llegar, cantar y marcharse, y este concepto nuevo, estos tres días intensos removieron mis entrañas por dentro.

Pudo ser porque el repertorio fuera muy diferente del que trabajábamos en mi coro, pudo ser porque “vivir” aquellos días en la mítica Residencia de Estudiantes dotara a la experiencia de un halo casi mágico, pudo ser porque conocí a personas que aún a día de hoy forman parte de ese grupo de amigos musicales que tanto me aportan, pudo ser porque fue la primera vez, o quizás porque tener al compositor explicando sus obras fue verdaderamente impactante. No había falsas interpretaciones, todo era transparente, directo, certero.

Pudo ser quizás por la mezcla de todo, pero lo cierto es que fue. Y a ese fin de semana de abril me llevaron las nubes y aún me llevan hoy, otro fin de semana, quince años después.

Quise entonces, ahora, de nuevo frente a la partitura de Andreo, que mis compañeros de coro tuvieran, si pudiera ser, algunas de las sensaciones que tuve yo antaño, así que dimos vueltas, pensamos, planeamos, y lo que nos terminó cuadrando a todos fue una charla online con el maestro, a la que todos acudimos nerviosos y con muchas ganas de escucharle.


Y puesto que El Atril es espacio para conversaciones, hemos querido incluirla también aquí, para que todos podamos disfrutarla.

Cuando solventamos las dificultades técnicas, que siempre tiene que aparecer un diablillo haciendo de las suyas, presenté al maestro. Simplemente unas pinceladas sobre la biografía de Dante Andreo extraídas de su web, una página que recomiendo visitar por ser muy interesante, con mucho contenido, vídeos con una música excelente y magníficas interpretaciones. Una página muy bien hecha.

– Todos habéis podido escuchar el acento de Dante Andreo, así que ya habréis intuido que él nació en Argentina, aunque lleva mucho tiempo en España. Ha estado también muchos años viviendo en Canarias y ahora, corrígeme si me equivoco, maestro, te has afincado en Madrid, ¿verdad?

– Efectivamente, estuve en Canarias desde 1997 hasta 2007 y desde entonces estoy en Madrid de nuevo.

– Dante Andreo tiene muchos vínculos con Canarias y también con coros de allí. Se especializó en música antigua española y colonial iberoamericana, unos estilos de música que ha trabajado muchísimo. 

Dante Andreo es compositor fundamentalmente de obras religiosas y profanas pero ha sido y es, además, jurado en concursos y competiciones, ha escrito importantes e interesantes obras de encargo y ha conseguido múltiples premios en concursos de composición, el último de ellos en 2023, ex-aequo con Valentín Benavides, otorgado por la Universidad de Salamanca, en concreto el Premio Alumni - Universidad de Salamanca “Jesús García-Bernalt”, que le fue concedido al maestro por su composición ¡Qué descansada vida!, con texto de la Oda I “Vida Retirada”, de Fray Luis de León. 

Para completar la lectura de sus datos biográficos, remito a mis compañeros a su web y prefiero que aprovechemos la ocasión para que él mismo pueda hablarnos de lo que quiera; es mucho más interesante tenerle delante aquí y ahora. 


Trayectoria vital

– A mi me gustaría que empezaras tú contándonos lo que quieras, en general: tu trayectoria, cómo llegas a España, cómo llegas  a la música o lo que realmente te apetezca. Y luego más adelante comenzamos con el análisis de Las nubes me trajeron, así que si te parece, tienes la palabra.

– Perfecto. Pero cuando quieras que corte mi relato, me avisas, porque ya sabéis que invitar a un argentino a hablar es no acabar nunca… – Todos sonreímos, con cariño y él comenzó.

Toda la vida la he dedicado a la música coral en general. De niño comencé a cantar en coros y luego siendo muy joven, con 20 años, comenzó mi relación con coros amateur y algunos profesionales de la provincia de Cordoba, mi lugar de origen, donde hay un gran movimiento coral.

Nací en un pueblo muy pequeño y no pude estudiar música durante mi infancia, pero sí tuve la suerte de hacerlo a partir de los once años, aunque indirectamente. Mi madre era muy religiosa y por ello tomó la decisión de mi ingreso en un seminario, pensando que eso sería lo mejor para mi futuro. El conocimiento de la música que adquirí en el seminario fue probablemente de las mejores cosas que esa época me dejó. Gracias a ello desarrollé una especial sensibilidad musical. También en ese tiempo en el seminario pude estudiar las lenguas clásicas, fundamentalmente el latín, algo que posteriormente me fue muy útil en mi carrera como compositor. 

En la época de mi primera juventud comenzaron a llevarse a cabo las primeras investigaciones en profundidad sobre música española, histórica, fundamentalmente del Renacimiento. Se investigada en los archivos musicales de las catedrales y comenzaron a darse a conocer entonces los grandes cancioneros del siglo XVI: el Cancionero de Palacio, el Cancionero de Medinaceli, de Upsala, las canciones villanescas de Guerrero, todo ese repertorio que constituye el enorme patrimonio de la música española del Renacimiento. Este repertorio comenzó a hacerse habitual en Argentina y también en Chile pero lo curioso es que no nos llegó desde España, sino desde EEUU, porque hubo varios directores corales argentinos que viajaron a EEUU, a California concretamente, para hacer cursos con Robert Shaw. No existía aún una interpretación muy especializada, pero podemos decir que este estilo de música comenzó a interpretarse entonces por parte de algunos coros.

Mi decisión de salir de Argentina fue casual, podríamos decir. Yo tenía 27 años y había cantado mucho en Córdoba, tanto música clásica como música folklórica con arreglos vocales. En aquel entonces formé un grupo que se llamaba Gregor, un quinteto masculino formado por dos tenores, dos barítonos y un bajo. Yo cantaba como tenor primero y además dirigía. 

Fue en ese momento cuando puedo decir que comenzó mi labor como compositor, aunque sin haber tenido estudios de composición. Casi toda mi carrera ha sido intuitiva. Avanzando ya en las diferentes etapas de mi vida sí tuve oportunidad de acercarme a grandes maestros o a ciertas áreas de conservatorios y estudios académicos, pero básicamente mi carrera ha sido similar en eso a la de Javi Busto. Somos, además, coetáneos, nacimos en el mismo año. 

Esto es algo que Javi y yo hemos comentado en varias ocasiones, hemos tenido una carrera similar. Él es médico de profesión, eso es bien sabido, y después surge toda su carrera como compositor. En mi caso, estudié Arquitectura en vez de Medicina, aunque nunca llegué a licenciarme como arquitecto, pero sí trabajé muchos años en el sector.

El grupo Gregor hacía música popular y tomamos la decisión de salir de Argentina y recorrer América cantando ese estilo de música. Fue una experiencia muy interesante para nosotros por varias razones. 

Teníamos 25-26 años y esas giras nos permitieron entrar en contacto con otros públicos distintos de nuestro público habitual de Argentina, y que desconocían, a su vez, el estilo de música que nosotros hacíamos: música popular, pero con un estilo que podríamos definir como “clásico”, puesto que incluíamos siempre arreglos vocales en temas populares. Lo que nosotros hacíamos, era algo bastante común en nuestro país, pero la experiencia de salir de allí nos ayudó a valorar el trabajo musical que estábamos haciendo y que era desconocido más allá de nuestras fronteras.

A estas alturas de la conversación, la “audiencia” del maestro ya había sido atrapada por su manera de narrar, por su dulce tono de voz, por la cadencia de su acento argentino con influjos canarios. Yo les miraba, uno a uno, a través de las micropantallas de mi portátil, todos escuchaban atentamente, alguno tomaba notas para, supuse, las preguntas posteriores. La conexión se había establecido.

– Otro aspecto interesante fue que hicimos un recorrido completo por toda Iberoamérica. Desde el cono sur, donde se sitúa Argentina, recorrimos toda la costa del Pacífico hasta llegar a México. Y en todo este recorrido, lo más interesante fue que entramos en contacto con distintas personalidades, musicólogos fundamentalmente, que investigaban lo que desde entonces se conoce como música colonial, virreinal, música del Nuevo Mundo, etc y que hasta ese momento era absolutamente desconocida. Obviamente, se sabía que existía, pero no había transcripciones, simplemente se conservaban en los archivos. 

Fuimos haciendo acopio de este material porque en ocasiones los mismos directores de los coros, a veces sacerdotes o personas relacionadas con la musicología o con los conservatorios, nos regalaban partituras y nos decían: “no sabemos si puede tener valor o no”. Poco a poco, nuestras maletas se fueron haciendo cada vez más grandes, cada vez con menos ropa y más libros…

Y, como digo, llegamos a México, país donde se estaba realizando fundamentalmente la investigación de la música colonial, esa mezcla de la cultura indígena con la cultura europea llevada por los españoles y la cultura negra que aportaban los esclavos negros de las distintas regiones de Africa. En aquel momento, el máximo exponente en investigación sobre este tipo de repertorio era Robert Stevenson, un norteameriano que no sólo investigó en las catedrales de América, sino que también lo había hecho previamente en Sevilla, Toledo y en la mayoría de catedrales españolas.

En ese momento tomamos la decisión de dedicarnos de lleno a este repertorio, por lo que decidimos reestructurar el grupo y hacerlo mixto, por lo que incorporamos dos sopranos y una alto, que se añadieron a la formación previa. Ahora éramos el Grupo Vocal Gregor. 

El grupo como tal vivió diferentes etapas. Estuvimos cinco años en México dando conciertos, porque entonces había un gran movimiento coral allí y tuvimos la suerte de haber llegado justo en el momento adecuado. 

Salimos de Argentina en el 76 y seis meses después llegamos a México, donde estuvimos hasta 1981. En ese momento yo personalmente propuse al resto del grupo venirnos a España, porque me interesaba mucho profundizar en este repertorio, que era lo que más me había gustado desde que comencé con la música coral de niño y allí sabía que no íbamos a poder hacerlo adecuadamente. Del grupo, algunos compañeros me siguieron y otros no, así que el Grupo Gregor como tal se disolvió.

Llegué aquí con dos compañeros y la idea era rehacer el grupo con nuevos integrantes y dedicarnos de lleno ya a esta música, dejando un poco de lado la música más popular. El grupo, efectivamente se reestructuró y pudimos recorrer España dando conciertos con nuestro pequeño tesoro, nuestra colección de partituras de música colonial, que debieron ser de las primeras que llegaron a la península.

Por ser un estilo de música muy novedosa en los coros, no había grupos especializados en interpretación de música antigua, por lo que era una consecuencia casi lógica que coralistas y directores de las ciudades donde dábamos conciertos nos pedían que les ayudáramos no sólo con el material, facilitándoles partituras, sino también con el estilo interpretativo de esta música. 

No existían en España en ese momento, al menos en Madrid y que yo recuerde, grupos especializados en interpretación de lo que hoy llamamos música antigua. Quizás dos o tres. El grupo Neocantes, que tenía su sede en Torrelodones, y después dos cuartetos, uno el Tomás Luis de Victoria, formado por integrantes del Coro Nacional de España y del Coro de RTVE y el Cuarteto de Madrigalistas de Madrid. 

En ese momento recayó en mí, sin esperarlo absolutamente, una tarea muy interesante, que no era solamente divulgar el repertorio, sino enseñarlo. Yo que venía a estudiar, a aprender, tuve que convertirme en ese momento en maestro.

España era aún un terreno muy virgen en música antigua y las personas que tenían interés en ella tenían que desplazarse fuera de aquí, a Inglaterra, Bélgica, etc.


Cádiz y Alberti

Con posterioridad a esto, y casi como una consecuencia lógica de ello, llegó mi etapa como compositor. Fuimos creando relaciones con coros que me pedían arreglos diversos: el arreglo de un tango para coro, una armonización vocal adaptada de algún tema antiguo, de folklore de Iberoamérica, villancicos navideños de Hispanoamérica, etc.

A lo largo de mi carrera, nunca me he puesto metas en el sentido de “voy a hacer esto o lo otro”. Todo ha ido viniendo de forma lógica, por la situación, por las circunstancias, por alguna necesidad, por lo que me iban proponiendo.

Así fue como empecé a hacer arreglos vocales, especialmente para amigos míos de Andalucía, fundamentalmente de Cádiz, que junto con Sevilla en 1992 fueron las ciudades que más relación tuvieron con el quinto centenario del descubrimiento. Mi relación fue muy estrecha con varios coros de la ciudad de Cádiz, con su universidad, etc. 

Unos años después, exactamente en 1997, ya pasadas las celebraciones del V Centenario, y puesto que nos manteníamos en contacto con muchos coros de Andalucía, tuvo lugar el regreso de Rafael Alberti al Puerto de Santa María, su ciudad natal, después de su largo exilio por Argentina e Italia. Regresó a España prácticamente para morir aquí.  

En ese momento se me ocurrió hacer un homenaje al poeta con un concierto coral que recogiera su poesía, una idea que gustó mucho. El problema era la escasez de obras de Alberti musicalizadas, insuficientes para completar el repertorio de un concierto, por lo que seleccioné varios poemas de Alberti y los musicalicé, uno de ellos era Las nubes me trajeron, precisamente. 

Antes mencioné que había hecho muchos arreglos, pero digamos que estas obras surgidas a raíz de la idea del homenaje a Alberti, son las primeras  que realmente compuse en España: obra original y música original sobre poemas. Estos poemas concretamente, ocho o diez,  para coro mixto, soprano, alto, tenor y bajo, están todos en mi página web.

En El Puerto de Santa María había además un coro infantil de muy buen nivel, y también quisieron participar en el homenaje, por lo que les compuse cuatro obras concretas para ellos, con poemas de Alberti. En mi web estas partituras están escritas actualmente para coro infantil, dos voces y piano, pero originalmente se estrenaron con acompañamiento de guitarra, lo que resultó muy interesante porque la guitarra iba improvisando sobre las voces de los niños y parecía que tuviera alma; resultó una actuación maravillosa. 

El resto de obras que conformaron el corpus del concierto homenaje estaban escritas para coro mixto a capella. Una de ellas me interesaba especialmente, Las nubes me trajeron, por el tema que planteaba el poema. 

Buena parte de la obra de Alberti, trata sobre el mar, y lo mismo sucede en el caso de un poeta canario llamado Pedro García Cabrera.

– Bonitos recuerdos nos trae ese nombre a alguno de los que aquí estamos escuchándote ahora.

– Sí, lo sé. Seguramente mi obra más conocida perteneciente a autores españoles es Córtame una rosa blanca,  un precioso poema de García Cabrera.

Y de nuevo volé hasta esa Residencia de Estudiantes, hasta ese texto maravilloso de García Cabrera y los comentarios del maestro explicándonos cómo relacionaba texto y música. 




– Volviendo a lo que comentaba de la temática, Alberti nació a orillas del mar, como sabéis, lo mismo que García Cabrera, natural de la isla canaria de La Gomera. Para ambos poetas, la temática del mar en sus obras es fundamental. Pero no sólo en el sentido geográfico, sino también el mar en sentido cronológico, y ahora explico esto. 

Los dos, Alberti y García Cabrera, tuvieron que abandonar España por motivos políticos y pasar en el exilio la mayor parte de sus vidas. El mar supuso para ellos ese espacio que divide geográficamente los lugares donde nacieron y donde fueron a vivir, pero también tiene ese sentido cronológico del que antes hablaba, porque el mar separa tajantemente su infancia del resto de su vida y de la añoranza de esta infancia perdida cuando ya son mayores. 

Hoy las nubes me trajeron 

volando el mapa de España…


Hay una grabación muy interesante, histórica, en la que el propio Alberti recita el poema y cuenta su origen. 

Qué pequeño sobre el río

y qué grande sobre al pasto…



Incluyo aquí el enlace a ese documento histórico único en el que Alberti es entrevistado por Enrique Llopis y recita y explica el poema. 

https://youtu.be/LFsbJBHChVM?si=Cc-_ii4I8_RrLWIi

Y aquí necesito que hagamos una pausa, porque la emoción es mucha. La que intuyo en el poeta, al tiempo de imaginar y añorar su casa desde el destierro y desde luego la mía al escucharle. Intuyo también que mis propios compañeros comparten esa emoción, así que dejamos unos segundos de silencio antes de que el maestro continúe…

Este es el poema en el que más evidente es esa añoranza de lugares y tiempos lejanos, es como una fotografía, por eso me interesaba mucho ponerle música. 

Rafael Alberti estuvo exiliado muchos años en Argentina, en Santa Fe en concreto, muy cerca de Córdoba, de donde yo soy. Esa zona es subtropical, muy verde y las nubes pasan muy bajo, casi rozando el suelo. En el poema, Alberti describe cómo esas nubes en principio se reflejan como un mapa y luego, en su imaginación, se transforman en caballos sobre los que él se sube para que le trasladen a su pueblo natal. 

Es una preciosa imagen onírica, muy cinematográfica, con mucho movimiento en muy pocas palabras. Parece que la cámara, el travelling, fuera bajando progresivamente, focalizando hacia un punto muy concreto. El poeta, a lomos de su caballo de nubes, llega a España desde Argentina, busca su pueblo, su casa y sigue acercándose, el patio, la fuente, enfocando cada vez más. Una fuente que ya no está, pero en su imaginación sigue teniendo agua, sigue sonando el ruido del correr del agua. La fuente le da agua, y el agua es la vida que él consigue con toda esta imagen. 

Me pareció un poema precioso, muy interesante, y todas las imágenes que en él aparecen me conmovieron mucho personalmente.

Conocí personalmente a Alberti en noviembre de 1997, dos años antes de fallecer, siendo ya muy mayor él, puesto que tenía 95 años. Tuve la inmensa suerte de conversar con él con motivo de ese homenaje que le estábamos preparando, y nos tomamos una foto. Un hombre extremadamente agradable. Me preguntó muchas cosas sobre Argentina, hablamos sobre Guastavino, uno de los grandes compositores argentinos del siglo pasado y amigo personal suyo, el primero que musicalizó un poema de Alberti, el famoso Se equivocó la paloma que luego cantaría Serrat.

Hablamos sobre mi Córdoba natal, y esa conversación me conmovió mucho porque ambos habíamos hecho el viaje inverso: él se fue a Argentina desde España y yo me vine a España desde Argentina. 

A día de hoy no me considero inmigrante, porque llevo más años ya viviendo en España que los que pasé en mi tierra, en Argentina, pero algunas cosas te emocionan especialmente y con ese poema me invadió esa especial emoción. 

Hice una primera versión del poema con música bastante sencilla, cuatro voces, sin divisis, lo traté de una manera un poco “rústica”, si podemos utilizar este término, porque no pensé que tuviera trascendencia, pero recientemente lo he retomado, dándole más riqueza  armónica, hasta quedar como ahora está. Creo que algunas cuestiones puntuales están mejor resueltas en esta revisión de la obra que, por cierto, os agradezco mucho que hagáis con el coro.  



Para concluir esta parte de nuestra conversación, me gustaría comentaros que justamente ahora, más de veinticinco años después de celebrarse este concierto, hemos decidido repetirlo en el Puerto de Santa María con un coro de allí. La primera parte constará de obras de Alberti y la segunda parte será todo el ciclo de Lorca, porque tengo musicalizado también el ciclo que se llama “Cantos del agua, tierra, aire y fuego”. Este programa que se llama “Canto a los poetas andaluces” se estrena en El Puerto de Santa María en diciembre y viajará por toda España. Esperamos tener la suerte de poder traerlo a Madrid. Será muy interesante porque no sólo es un concierto coral, sino que hay escena, baile flamenco, etc. Se trata de una experiencia multidisciplinar en la que mi papel es únicamente el de compositor, pero hay otros muchos profesionales de todas las artes escénicas. 

Ojalá podamos asistir a ese estreno, maestro, nos encantaría poder disfrutarlo.


La obra, el poema

Como os decía antes, los cambios que he realizado al revisar Las nubes me trajeron no son muy drásticos, pero sí creo que por las características del texto, la obra merecía otro tratamiento armónico. He agregado voces en ciertas partes y ahora creo que la obra es mucho más sonora, más contundente.

La estructura es la misma: tratamos de complementar la idea poética, de seguir el discurso poético, que sucede como una pequeña narración.

Hay una frase principal: “Hoy las nubes me trajeron volando el mapa de España” y de pronto esta idea se interrumpe por la reflexión que en este caso haría el poeta, su alma podríamos decir: “qué pequeño sobre el río y qué grande sobre el pasto”.

Hay cambios de tonalidad, la primera parte está escrita en modo mayor, recoge la añoranza de lo que ya pasó y a partir del compás 20, el poeta vuelve al presente: “yo, a caballo por su sombra”. Diez compases más adelante, todo se va volviendo más luminoso, aparece el agua y la clave está en el salto de sexta, la nota más aguda de toda la frase. Desde aquí en adelante hay una especie de intermedio al que no pongo texto y que, como el movimiento del agua, va creciendo, inundándolo todo, repitiéndose…

Espero que la idea se vea clara. Lorca era músico además de poeta y Alberti era pintor, trabajaba las imágenes, por eso estas imágenes son clarísimas, nada estáticas, sino que transcurren en el tiempo, como si fueran cinematográficas.

Música, poesía, pintura… esta mezcla de artes, estas fronteras apenas existentes entre disciplinas artísticas, me llevan, no puede ser de otro modo, a uno de los momentos más entrañables de aquel seminario de 2009. Un momento al que aludo en este momento de la conversación con el maestro.

– Fíjate, Dante, que pese a toda esa experiencia tuya con música colonial, música antigua, yo personalmente te asocio sobre todo a la poesía del 27, supongo que porque algunas de las personas que ahora están en este coro y yo te conocimos allí, en la Residencia de Estudiantes en aquel seminario coral.

Y les cuento entonces que en la sala donde ensayábamos había un piano en una esquina, el piano que en su día tocó Lorca, una joya que no podía tocarse, lógicamente. En una de las pausas de los ensayos, me quedé en la sala haciendo fotos, como siempre, y en ese momento entró Dante. 




– Nunca antes habíamos hablado, pero en aquel momento me pediste que te hiciera una foto con el piano: “voy a hacer como que estoy tocando las teclas, pero sin tocarlo de verdad, para que no nos regañen,  y me haces una foto”. Fueron unos minutos de sumo respeto hacia el piano y lo que representaba, y aquello me impactó.

Recordarás que te mandé la foto, y al cabo de un tiempo me vino la idea de escribir un poema en el que todo giraba, el músico trata con reverencia el piano del poeta, recogiendo la idea que acabas de comentar ahora, como si el arte estuviera todo mezclado:  música, poesía, literatura. Fue un momento muy bonito, muy mágico. 

Y en ese momento, un sorprendido Dante Andreo, dice:

–¡Nunca me lo dijiste! ¡Tienes que mandarme ese poema!

– Pero si te lo mandé, maestro…–, y aquí la sorprendida y debo decir que divertida, era yo. Porque sí, él quizás no lo recordaba, pero yo lo tenía muy claro porque sé la vergüenza que tuve que superar cuando finalmente tomé la decisión de enviárselo.

– Conservo esas fotos con mucho cariño, son unas de las fotos que más quiero. Yo le llamo “las manos de Lorca”. Una de ellas especialmente, la que está en blanco y negro. 




Me levanto en ese momento y busco la prueba de imprenta del que en la actualidad es mi tercer libro, El hilo que nos une, y que en los días en los que esta conversación tuvo lugar estaba a punto de publicarse, un libro que recoge este poema al que como es lógico llamé La mano en el piano.

Leo el poema:

La mano se posó con sacro respeto

Sobre el piano de Lorca

Evocando melodías

Que en otro tiempo cruzaron la sala,

Cubriendo con dulce armonía

Las lánguidas tardes de antaño.

Con profunda emoción y alma de niño

Quiso el músico recordar al poeta:

Tiempos añorados, 

Oro y gloria de las letras,

Dolor por la patria herida,

Belleza frente a desgarro.


Federico, poeta, 

Tú que hiciste sonar este piano,

Recibe hoy el homenaje del maestro.


                        Sus manos recogieron tus palabras,
                        Tu voz y tus silencios.


                        En voz las convirtieron.
                        En voz y en armonía.


         Y en silencio.


La música perdura en los sentidos,

La poesía se desvanece

Como la escarcha.

Ambas se mezclan, se traspasan. 


Federico, poeta,

Hoy tu espíritu ha rondado entre nosotros

Como nunca quizás antes.


Y con respeto sagrado,

Los dedos de las teclas se retiran.


Hoy ya sé que una palabra

Puede tener dos veces alma.

 

Tras el Atril

Y tras otra pequeña pausa, con un Dante emocionado y pidiéndome que le enviara por whatsapp el poema, continuamos la conversación:

– Espero que me entendáis ahora–, les digo a mis compañeros–. No tiene nada que ver tomar una partitura, estudiarla y cantarla con tener el privilegio de que alguien que la conoce de muy primera mano, el propio compositor en este caso, te dé las claves de todo lo que ha escrito y por qué lo ha escrito. Por eso vuelvo a referirme al impacto que dejó en mí aquel taller con el maestro. Pero sigamos, perdona, maestro, no lo he pedido evitar…

Algunos compañeros le hacen alguna pregunta en este momento, y él responde siempre calmo, extremadamente educado, sereno, con una serenidad que transmite y que contagia. Y hablamos de tresillos, de la cuerda de tenores y la sonoridad de esta voz, hablamos de los diferentes timbres de las voces en los coros y seguimos revisando y comentando el poema. 

Esos minutos de comentario de Las nubes me trajeron los guardo para mis compañeros, para quienes estaban destinados en esos momentos. Nosotros, como espectadores, damos un paso atrás y les dejamos a ellos tras el atril, conversando, comentando, disfrutando…

Finalizamos con el deseo de más, con ganas de trabajar con el maestro, de tenerlo delante de nosotros en persona y de poder hacer música con él. 

– Es verdad que hemos hablado hace años de trabajar juntos, pero nunca se concretó. La pandemia dejó un tiempo de vacío, hemos hecho algún pequeño curso después, pero es ahora cuando prácticamente estamos retomando. La vida sigue, siguen surgiendo cosas y te arrastran, pero ahora estamos aquí con muchas ganas. 

Este tiempo contigo ha sido un regalazo que te agradezco infinitamente. Encontraremos el momento de trabajar juntos, seguro.

– Gracias a vosotros y enhorabuena por esos diez años. Me encantará trabajar con vosotros. 

Y no sé por qué, en la conversación surge de nuevo el nombre de Javi Busto.




– Hoy hablé con él, por cierto. Se me pasó ayer felicitarle por su cumpleaños, así que hoy hemos hablado. Le escribiste una fantástica biografía, lo digo siempre, de la que siempre me sentí muy celoso– dice entre sus risas y las nuestras–. Ya te he dicho en varias ocasiones que tienes que escribir ahora la mía: La mirada azul II. Yo también tengo los ojos azules…

Y me viene el recuerdo de una tarde en Tolosa, hace unos años, sentados en un bar, donde comenzó él a contarnos a quienes compartíamos mesa, algún detalle de su vida y parecía ser muy interesante. Porque Dante, además de todo, es un fantástico narrador, que te cautiva cuando te habla y te cautiva asimismo cuando la narración es escrita.

Mirada azul, sí, limpia, una mirada que impacta, que te dice que delante tienes a una persona buena, que merece la pena. 


Elena González Correcher

El Atril ®

Todas las imágenes contenidas en esta publicación son propiedad de Elena G. Correcher

Abril 2024


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