17 de febrero de 2018

Conversación con Miguel Angel García Cañamero - Parte II


 El Coro Nacional 

¿Qué te hace regresar a España y establecerte en Madrid? ¿Habías vivido aquí ya anteriormente?
Prácticamente toda mi familia vive aquí. Mi padre es hijo único, pero por parte de mi madre son varios hermanos, todos nacidos en un pueblecito de Cuenca. Mis padres de jóvenes se fueron a vivir a Valencia, que es donde yo nací, pero el resto de la familia vive aquí en Madrid. Para mí, Madrid era sinónimo de visita veraniega para ver a mis tíos y primos, pero la verdad es que nunca hubiera pensando que acabaría viviendo aquí, ahora. ¿Qué me trajo? Pues lo que decías: la vida es un viaje y de igual manera que yo me fui buscando ciertas cosas, llega un momento en que la vida parece que empieza a decirte: “Ya las has visto, pues ahora te toca volver”. Y al final hay circunstancias personales, la falta de la familia empieza a pesar, y también en mi caso aparece un cierto cansancio, porque fue un período largo fuera. Además te das cuenta de que no es oro todo lo que reluce fuera de casa. Al principio me parecía que pronunciaba una palabra sagrada cada vez que decía “Viena”, pero luego te vas dando cuenta de que también tiene sus luces y sus sombras. Viena tiene un mercado musical sobresaturado donde es muy improbable conseguir algo, y a medida que te vas haciendo mayor, que vas perdiendo esa ilusión inocente de estudiante y te empiezas a enfrentar a la realidad profesional, es cuando descubres que hay una cantidad importante de juegos bajo la mesa, intereses que no controlas y que nada tienen que ver con tu talento o tu personalidad. Termino mis estudios en Viena en 2008 y veo entonces que no tengo clara una salida. No regresé a Madrid directamente, porque hay una época en la que traté de probar fortuna en concursos internacionales, un camino poco exitoso y que, de alguna manera, yo ya intuía que no me aportaría nada. Generalmente en los concursos hoy en día “el caballo ganador” tiene que reunir una serie de cualidades que no tienen necesariamente mucho que ver con ser el mejor.  Por competir en un concurso fui hasta San Petersburgo, que es el lugar más lejano al que he ido, donde vi realidades muy crudas que me decidieron tras tantas experiencias fallidas, a no volver a participar en un concurso nunca más y a tratar de cimentar mi futuro sobre algo “más solido” que un premio. En aquella época también estuve muy cerca de haber sido el director asistente de la Orquesta Nacional de Glasgow. A veces pienso qué diferente podría haber sido mi vida si alguna de aquellas circunstancias hubiera cuajado.
Así pues, Madrid fue sorprendentemente circunstancial. Mi vida tras Viena caminaba un poco en la oscuridad, en la incertidumbre, porque pese a haber invertido mucho tiempo en estudiar, me encontraba de pronto con que no sabía bien por dónde tirar. Una amiga me dijo entonces: “Hay pruebas para la subdirección del Coro Nacional de España, ¿por qué no lo intentas?”. He de decir que en aquel momento yo estaba desconectadísimo de la dirección coral, llevaba seis años dedicándome en cuerpo y alma a la dirección orquestal, estudiando; pasé casi cuatro años trabajando también con la Joven Orquesta de Valencia de la que había sido elegido subdirector y a pesar de que siempre había seguido estudiando dirección de coro y de que cantaba en varios coros en Viena, notaba como que si “profesionalmente” hablando, hubiera habido una desconexión mía con el mundo coral. Por eso cuando surgió la posibilidad de presentarme al Coro Nacional, pensé: “Auditorio Nacional, Coro Nacional de España… ¡imposible!”. Y no lo fue.

Con ese ir y venir de ciudades ¿de dónde te sientes?
Es algo que no me preocupa en absoluto. Creo que siempre he sido del sitio donde he estado, aunque es verdad que con el paso del tiempo es inevitable sentir ciertas nostalgias. Reconozco que cuando vuelvo a mi casa, cuando estoy en Valencia, es como ir a un museo de mí mismo, me sorprendo y digo: “anda, mira, mi habitación”. Me gusta echar raíces donde estoy y siempre he tratado de acoplarme, siempre he estado razonablemente a gusto en los sitios en los que he vivido.

¿Cómo fue tu primer momento en Madrid? ¿Te incorporas al Coro Nacional de manera inmediata?
Fue todo rapidísimo, algo que me sorprendió. Estaré siempre muy agradecido por esta oportunidad que me dio la vida, porque fue un momento difícil, imagina que no sabes bien si todo aquello que has hecho va a dar fruto, pero al final todo fue sencillo. Así que vine a Madrid. Había bastantes candidatos, no recuerdo bien, pero más de veinte seguro. Hicimos un primer examen de conocimientos musicales bastante complejo y luego una pequeña prueba dirigiendo. De ahí redujeron el número, creo que pasamos 4 ó 5 candidatos. La segunda prueba ya fue enfrentarse al gran Coro Nacional, hacer propiamente una prueba de ensayo. No lo olvidaré nunca, fue la Missa Solemnis de Beethoven y ocurrió eso que te decía antes, fue uno de esos momentos en que te retrotraes… Mi mente volvió a Viena, porque la Missa yo la había trabajado con Harnoncourt nada menos, cuando la hicimos con el Coro Schoenberg, que era donde yo cantaba. Hacer aquel ensayo, aquella prueba, fue algo muy bonito: noté inmediatamente que me sentía a gusto ensayando con aquel coro. Y así fue como tomaron la decisión de que me quedara con ellos, en el Coro Nacional. Al principio me daba un poco de pánico, pensé que me iba a quedar grande, aparte de que suponía otro gran cambio de vida después de mi reciente regreso de Viena, pero no, al final me amoldé a todo y fue de un modo muy agradable. Ya me he acostumbrado a vivir en Madrid.
La incorporación al CNE fue inmediata. Recuerdo haber firmado mi contrato en el INAEM hacia las 12 de la mañana, regresar al Auditorio y el director me dijo “tienes que hacer cuerdas”, así que el primer día ya ensayé. Fue Francis Poulenc, me acuerdo, los Motetes para Navidad.

Pasar de la subdirección a la dirección en enero de 2015 ¿era un paso lógico y esperado o supone una sorpresa para ti?
Pues si quieres que te sea sincero, fue una grandísima sorpresa, y no es por quedar bien ahora, te lo digo con el corazón en la mano. Como director, tienes que estar preparado para saber que en cualquier momento puedes salir de una unidad, y además es sano y es bueno, es algo que es así: nadie debería perpetuarse. Cuando la dirección del Auditorio tomó la decisión de que el director que había en ese momento acababa su etapa, yo lo viví también con cierta preocupación, pensando: “Nos hemos quedado sin director… ¿Y ahora qué?.” Ni me planteaba la posibilidad de ser yo el siguiente director, ya que estaba muy involucrado con la subdirección, con lo que significaba ser subdirector; y me parecía un trabajo muy bonito porque, tengo que decirlo, he aprendido muchísimo: hasta esa época había aprendido mucho, sí, pero como estudiante y como cantante en coros, pero tener la oportunidad de ponerte al frente, de “pilotar” un coro grande, trabajar con ellos, hacer cuerdas, hablar con los cantantes, con los pianistas acompañantes, meterte un poco en la cocina a ver cómo se hacen las cosas desde dentro,… todo me parecía apasionante.
Las cosas luego llegaron de manera natural. En aquel momento la dirección del Auditorio se reunió con miembros del Coro para consultarles sobre la elección de un nuevo director titular. El Coro dijo que estaban a gusto conmigo y preferían continuar así, por lo que yo siempre les estaré muy agradecido. Pero sí, ¡fue una sorpresa!. Pensaba que tal vez vendría otro director o que el Auditorio buscaría otro tipo de perfil, quizás más senior, o algún nombre en concreto; ten en cuenta que aquí pesan mucho todo tipo de decisiones.

¿Qué implica ser el director del Coro Nacional de España? En cuanto a prestigio, es obvio: estar en lo más alto de la dirección coral en España, pero me refiero a responsabilidades, tareas musicales y de otro tipo, burocracia, relaciones con instituciones, tareas de representación y otro tipo de burocracia… ¿La dirección pesa? ¿Pesan las labores adyacentes a la música?
Es curioso porque esta mañana he respondido también a esta pregunta. He dicho bromeando: “A veces tengo la sensación de que lo que menos hago es música”. Si valoras el día a día y piensas cuánto tiempo he estado ensayando, realmente es casi lo que menos hago. El cambio de subdirector a director supuso cargar con toda la responsabilidad. Es bonito, sí, pero fatiga bastante, te hablo desde el punto de vista de la responsabilidad. Como director coral asociado a una orquesta, normalmente siempre estás trabajando a las órdenes de otro director, que es quien va a dirigir al final el concierto: tú me pides algo y yo preparo al coro respecto a eso que tú me has pedido. Eso ya supone un ejercicio de responsabilidad muy grande. Cuando va a venir el director, notas ese cosquilleo, al pensar: “Que todo esté a su gusto, que salga todo bien, que el director esté satisfecho con el coro”; porque lo que habla bien del coro es que el director invitado esté contento.
Pero lo que más pesa es todo lo que empieza después del ensayo, el trabajo burocrático: reuniones, confección de listas, programaciones, etc., porque al fin y al cabo formas partes de ese gran engranaje que es un auditorio donde a lo mejor tú hoy estás ensayando con el coro La Pasión según san Mateo de Bach, pero personalmente ya estás trabajando y preparando los siguientes proyectos que hay que abordar. El Coro ensaya todos los días, de lunes a viernes. No ensayamos por proyectos, sino todos los días y, después de eso te metes al despacho y comienzan las actividades diversas. Hay otro segmento del día, que es cuando llego a casa y puedo sentarme delante del piano a estudiar, abrir la música y zambullirme en ella como en una piscina, eso es parte de mi trabajo también.

¿Cómo son 24 horas de un día cualquiera de trabajo en tu vida?
Te cuento el día de hoy, por ejemplo. Me levanto a las 8 y lo antes posible me voy al Auditorio. La hora de comienzo del ensayo es las 10.30, pero aprovecho ese tiempo antes de las 10.30 para adelantar todo lo que puedo: flecos que me quedan del día anterior, correos, etc., trabajo burocrático. Pero, eso sí, la media hora antes del ensayo intento encerrarme en mi despacho y me concentro en lo que voy a hacer. Necesito los 20-25 minutos previos de estar yo solo y organizar en mi cabeza lo que voy a hacer en el ensayo. Una vez con el Coro, primero vocalizamos, 10-15 minutos, y comienza el ensayo. Es rápido, intenso, no hay tiempo que perder, y ensayamos hasta las 13.30. A partir de ahí hablo con la coordinadora del coro y ahí empieza el otro tipo de trabajo: hay que ir a tal despacho, reunirse con tal persona, o hay que hablar con los jefes de cuerda, o con la jefe de prensa, tienes una entrevista a tal hora, te citan del Ministerio, etc. No siempre es así, cierto, algunos días son más intensos y otros más livianos, pero puedo llegar a casa tranquilamente a las 17.00 o las 18.00. Descanso un poco y entonces me siento delante del piano y empiezo a trabajar en lo que estamos haciendo o bien en lo que viene, porque lo normal es estar trabajando al cien por cien en una producción, pero para que todo vaya bien y tú como director tengas cierta solvencia, tienes que ir como mínimo dos producciones por delante. Ten en cuenta que cuando trabajas con un coro profesional o una orquesta profesional, por tu parte todo tiene que estar controlado, o al menos tienes que intentarlo. La profesión te va curtiendo y también la madurez, el hecho de rodar el repertorio, de hacer obras que ya conoces, pero siempre encuentras una manera nueva o solventas un problema que surgió hace dos años, por ejemplo, la última vez que trabajaste esa obra. Por eso tú tienes que estar aisladamente una o dos producciones por delante. Así aún me quedo estudiando un rato por la noche y luego ya sí, me acuesto.

Que es ¿a qué hora?
¿Puedo no responder a eso, por si acaso se enfadan mis padres? –dice, mientras ríe con risa franca y cara de niño inocente–. Soy ave nocturna, y eso es algo que me queda de la época de Viena: había mucho que estudiar por la noche.

Te proponen (o propones) un concierto con un repertorio concreto, ¿cómo lo preparas tú personalmente antes de hacerlo con el coro?
Lo que te he contado es la rutina diaria, pero esta rutina, respecto a la preparación de un concierto, varía mucho dependiendo de lo que tengas que hacer: si es un programa sinfónico coral, si es un programa que va a ocupar todo el concierto o sólo una parte, si es un programa de cámara de polifonía, que a veces da más trabajo que montar un Requiem de Verdi, porque requiere mucha más dedicación que un obra de gran repertorio que el coro ya domina.
Primero tienes que diseñar la hoja de ruta, ver dificultades, necesidades, e ir solventando según esas necesidades. Cuando hay estrenos hay que tirar más de ensayos por cuerdas, porque las obras que parten de cero son más complejas de montar.




¿Entonces ahora estás con la Pasión a pleno rendimiento y mientras trabajas en el Elías y en un tercer proyecto? No parece fácil.
Al principio cuesta un poco encajarlo. Aceptar la dirección es esto también: hoy a las 10.30 bajas a la sala a ensayar Bach con el coro, pero a las 6 de la tarde estas estudiando Mendelssohn, porque sabes que la próxima semana hay que mirarlo y tú no puedes empezar de cero, el director no puede hacer eso.

Dirigir esta temporada la integral de motetes de Bach ha sido una propuesta tuya, ¿verdad?
Totalmente. Hay un pequeño territorio dentro de la programación del Coro Nacional donde sí tienes más posibilidades de elegir y tú, como director del coro, valoras cuáles son los puntos fuertes o también las carencias de la programación para poder hacer la propuesta que quieres.

Hasta los programas de mano de este ciclo de lo motetes han sido redactados por ti ¿Has hecho realmente Bach a tu manera?

Los motetes los tenía en la cabeza desde hacía tiempo. Quizás a priori pueda parecer un repertorio que no encaja con una formación coral tan grande, pero el formato de cámara te permite trabajar con una sección del coro más pequeña. En este sentido, les estoy muy agradecido, porque el coro se puso en mis manos para lo que yo quería desde el primer momento. Ha sido eso que te decía antes, la sensación de volver a reconocerte en otras cosas que has hecho anteriormente: yo canté los motetes varias veces en Viena con Erwin Ortner, el director del coro Schoenberg, y allí pesaba mucho la tradición de Harnoncourt, porque había momentos en el año en los que siempre volvíamos sobre los motetes de Bach, y por eso los aprendí de una manera muy única: la suya. Pero por esa visión crítica mía que tengo por principio, y al margen de versiones idealizadas, quería volver a la partitura, al origen y preguntarme humildemente a mi mismo: “Mira a ver qué averiguas tú sobre lo que hay aquí escrito”.

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