21 de julio de 2018

Conversación con Juan Carlos Arnanz - Parte I

Juan Carlos Arnanz





Investigando en internet, se encuentran varias fuentes de información que nos explican qué es “Voces para la Paz”. Todos nosotros, todos los que conocemos algo de esta organización sin ánimo de lucro, sabemos que Voces para la Paz es Juan Carlos Arnanz.
Pese a eso, el sentido de esta conversación en El Atril, no es ampliar información sobre Voces para la Paz, algo que encarecidamente recomiendo a todo el mundo que haga en cualquier momento, sino acercarnos a esa persona increíble que es Juan Carlos.
Pero ya anticipo que no es fácil. Imposible separar. No porque él sea una persona que se esconda en las palabras, sino porque su forma de ser, tan humilde, tan modesta, le impide hablar mucho de él, y cuando lo hace piensa que no son cosas importantes, o quizás son pensamientos muy personales y dice “esto no lo pongas”, algo que respeto profundamente, no puede ser de otro modo.
Algunas de mis preguntas tenían que ver con Voces, claro, porque ahí estaba la relación: Juan Carlos y la música, pero otras eran sobre él, su forma de ser, de entender, de sentir: lo que él siente, lo que él vive, lo que él piensa. Una vez tras otra, él cogía las riendas de la conversación con elegancia, sé que lo hacía involuntariamente, y me llevaba nuevamente al terreno de Voces. Todo lo que era personal era muy personal, pero todo lo demás era Voces. Yo le preguntaba por su vida, y él me respondía hablando sobre Voces. ¿Por qué? Porque Voces es vida para él, la suya y la de muchas personas, porque Voces es la manera en que Juan Carlos entiende, siente y vive su vida. Comprender eso es fundamental para entender el contenido de esta conversación. 
En una ocasión, hace unos cuantos años, en el ensayo del coro en el que yo cantaba, apareció este hombre alto, delgado, siempre sonriente, que nos habló de su proyecto. Recuerdo que era un momento en el que había excesiva actividad coral en mi vida, un momento en el que me estaba planteando dejar cosas, soltar un poco, pero él nos habló de tal manera que tardé cinco segundos, (¿cinco? mucho, me parece) en rellenar la ficha de participación en el proyecto.
Si hay una persona que es capaz de llevarte de la mano, de hacerte volar para que vivas su sueño, ese es Juan Carlos. Su energía, su ilusión, su entusiasmo por todo, su capacidad de comunicar, su sonrisa siempre… todo te convence, te lleva, al margen de lo que tu cerebro quiera hacer. Uno no piensa: sólo siente, vive, se monta en el tren de su ilusión y le sigue. Lo demás viene después. Aquello fue en 2011, han pasado ya unos cuantos años.
En estas páginas, nos acercaremos a Juan Carlos a través de sus sueños, los que dieron forma a esta organización; a través de sus actos, los que generan cada uno de los conciertos; y a través de sus ideas, las que nos darán Juan Carlos para rato.



A través de los sueños

En estos años que hace que nos conocemos, hemos hablado bastante, hemos tenido conversaciones muy interesantes sobre muchas cosas, pero El Atril ponía a mi alcance la posibilidad de dar a conocer algo más esos pensamientos que conforman la personalidad de Juan Carlos, así que cuando surgió la oportunidad, no la dejé pasar. Le costó un poco decir que sí, porque no entendía que su persona pudiera ser interesante para que nadie leyera cosas sobre él, pero con esta conversación creo que podremos demostrarle que sí, que sí es interesante. Espero que a todos os lo parezca. Bienvenidos, pues, a una nueva entrega de “El Atril”.

¿A qué te dedicas, Juan Carlos? Sabemos que fuiste empleado de banca hasta hace unos años, pero después de eso, y dejando al margen Voces para la Paz, ¿en qué ocupas tu tiempo?
– Empecé a trabajar en Banca, en Caja Madrid, con 18 años y lo dejé con el ERE en 2013. Estuve trabajando allí 38 años. Aprendí mucho en estos años, y algunas cosas de gestión, curiosamente, que me sirvieron mucho para cosas que luego tuvieron que ver con Voces.

– ¿Con Voces? ¿Qué puede tener que ver un banco con este proyecto? Aparentemente no mucho.
– Pues mucho, aunque no lo imagines. Todo es gestionar y vender. La vida misma es vender. Mostrarnos es vender. Dicho así suena muy mercantilista, pero en realidad todo es exponer una idea, un proyecto, un producto. Cuando decimos de alguien “este tío es listísimo, te vende el desierto”, eso no es el tipo de venta al que yo me refiero, eso es engañar o aprovecharse de los demás y queda al margen de lo que quiero decirte. Vender es ofrecer lo mejor que tienes y  que le pueda servir a los otros. 
Pero todo es vender: unos venden dinero, coches, su trabajo o productos, otros venden solidaridad… Ahí, en la banca, como en cualquier negocio y si lo quieres hacer de una manera ética, que se puede, se aprende mucho, principalmente a dar a las personas lo que necesitan. 
Los conciertos de Voces son como los hijos, dan muchísimo trabajo pero son gratificantes: todos distintos, tengas 2 o tengas 10. Mirando hacia atrás, me sorprende ver cómo he podido llevar al mismo tiempo los conciertos de Voces, mi trabajo, y cómo he criado y educado a mi hija, no sé cómo he podido… pero bueno, ahí está todo.
Cuando en 2013 dejé el banco, también me dediqué a estudiar. Llevo toda la vida buscándome: aún no me he encontrado del todo –ríe–, pero estoy empezando a intuirme. En aquel momento, al dejar el banco, empecé a meterme en temas de meditación, a hacer cursos de estudio de la persona. Oí entonces hablar del coaching, y aquello me empezó a gustar, así que me apuntaba a todo. He acabado estudiando y ejerciendo el coaching ontológico para poder conocer mejor  a los demás y a mí mismo. He compaginado el trabajo de coach y los proyectos de Voces, que esto nunca ha parado. Hace 4 años dije que finalizaba Voces para la Paz, era mucho trabajo y estaba agotado. Habían pasado 20 años desde su fundación en 1998, y sí, se acabó, pero parece que yo no sé poner freno del todo, así que me inventé lo que he llamado “Libros para la Paz”, que era hacer una jornada en la cual todo el que quisiese llevase libros a un parque y se llevase los libros que deseara, y con todos los libros que sobrasen, haríamos bibliotecas en Paraguay. En dos ediciones hemos podido enviar más de 20.000 libros a ese país, y todo ello amenizado por los músicos de Voces para la Paz. No he parado, es verdad, pero es que debo ser un enfermo –dice entre risas–. Creo que tengo que aprender a frenar un poquito.

Supongo que Voces ha supuesto un antes y un después en tu vida.
– En mi vida y en la de muchos, sí. Todo lo que sea acción genera un cambio.



– ¿El cambio lo supuso el primer concierto o alguno otro de después, alguno en el que tuvieras la certeza de estar ya en algo más grande?
– El cambio no sólo es Voces. La vida misma es un cambio, el día a día. Antes siempre me ponía metas, y esto me generaba mucha angustia, ahora intento no hacerlo: lo que venga se vive. Es algo que siempre le digo a mi hija o incluso a algunos coachees (clientes de coaching) cuando me preguntan qué hacer. Siempre digo lo mismo: “tú haz, lo que creas, lo que te apetezca, ya llegará el momento en el que aparezca la utilidad de lo que haces”, y la vida se va recolocando como las piezas de un puzzle
Aparte de Libros para la Paz, tengo algunos otros proyectos que están ya diseñados y puede que algún día se lleven a cabo, o no, pero ahí están, el Universo nos dirá. ;-)
¿Sabía yo que Voces me iba a cambiar tanto la vida? En aquella época no, ni lo imaginaba, pensaba que cambiaría la de los demás, pero no la mía, grave confusión, ya que si cambia nuestro entorno, cambiamos nosotros. Todo es cambio. Yo me iba dando cuenta de que se estaba haciendo algo que no se había hecho nunca y que podía ser el principio de una nueva forma de hacer música y solidaridad. En las Navidades de 1998, ese primer concierto de Voces para la Paz fue una fiesta. Un concierto de coro y piano. Me puse a llamar a compañeros de los principales coros profesionales y otros amigos cantantes y nos juntamos unas 140 voces para cantar villancicos, resultó todo un éxito, y conseguimos juntar un dinero para ayudar a los damnificados del huracán Mitch en Centroamérica.  
Salió bien, muy bien, nos quedamos con ganas de más y los amigos dijeron “podíamos repetir, pero con orquesta”. Yo, en mi vida de cantante, había cantado mucho con orquestas, pero conocía poco su mundo y organización, así que tuve que improvisar. Pregunté quiénes eran los miembros más “cañeros” y con inquietudes sociales de las orquestas de Madrid, los más reivindicativos. Me hablaron de un flautista de la ONE, una flautista de RTVE y un viola de la Sinfónica de Madrid y dije que quería hablar con ellos. Respondieron al instante y así se formó por completo "Voces para la Paz" (Músicos Solidarios), en el año 1999.

– ¿Por qué con ellos, por qué buscabas a esas personas?
– Porque sin duda son los que más energía tienen y mayor capacidad de seguir si algo no sale bien, y yo necesitaba mucha energía para sacar esto adelante. También es necesario sintonizar con personas que están en tu misma onda de trabajo y con la experiencia que a ti te falta. Personas muy generosas y que están dispuestas a dar parte de su tiempo para ayudar a los demás... y además haciendo música. Cuando sumas entusiasmos, el resultado no suma: se multiplica. 

Menudo planteamiento…
– La orquesta que surgió de esa primera convocatoria estaba bastante descompensada en el equilibrio de los instrumentos: muchas violas, pocos violines, muchas flautas y trompas, una plantilla muy extraña, pero  sonó como una orquesta de ángeles, fue una maravilla. 
El proyecto de ese año fue para hacer una carretera rural entre las montañas de Nepal. Había 35.000 personas que se quedaban aisladas en época de lluvias. Ese aislamiento implicaba que allí no llegaba sanidad ni educación y el comercio era muy precario, porque no podían llevar sus productos al mercado. Había familias que, para salir adelante, tenían que vender a sus hijas a los prostíbulos de Bombay, un auténtico drama. ¿Cómo podíamos solucionar ese problema? Haciendo una carretera que permitiese el comercio de sus productos y por la que pudiese llegar a esas poblaciones educación, sanidad y un poco de prosperidad y dignidad. Gracias a esa carretera, los habitantes de los pueblos de esa zona podían llevar sus productos al mercado y aumentar los ingresos económicos que les permitiesen mejorar sus condiciones de vida. Por la carretera les llegaba el comercio, la sanidad, el agua; la carretera era la salvación de miles de personas, en ese momento y en años futuros. Por esa carretera llegaba dignidad.

¿Cómo haces la propuesta de los proyectos a los músicos?
La propuesta de proyectos a los músicos la hago dirigiéndome a ellos en un día de ensayo de orquesta o coro y les hablo a todos, les explico la finalidad del concierto y les invito a participar en esta gran fiesta de la música y la solidaridad, animándoles a que participen. Se apuntan los que quieren y pueden. Así, poco a poco, se va formando la plantilla para el concierto. Es curioso ver el respeto con el que los compañeros escuchan la propuesta. "Voces para la Paz" despierta muchas simpatías. 

– ¿Qué ha cambiado desde aquel primer concierto? ¿Has cambiado tú?
– Sí, por completo, al conocer más a las personas empatizas más con ellas, y al profundizar en las necesidades de otros pueblos, te haces más compasivo. También cambia tu escala de valores y lo material va perdiendo valor. Te das cuenta de que tú tienes mucho más de lo que necesitas y de que eres un medio para conseguir algo. Tu vida cobra un sentido. También  aprendes a apreciar que no es tan importante lo que eres; músico, arquitecto, médico, albañil; sino cómo eres y que la gente te valora por eso, por el cómo, no por el qué eres.  

– Trabajabas en un banco, pero ¿de cuándo te viene tu pertenencia al mundo coral?
– A mi me ha gustado la música desde siempre, pero en mi familia no había ninguna vinculación con el mundo de la música y no me llevaron a estudiarla. Cuando tenía 16 años, entre a cantar en un coro de música rusa, qué gracia, un amigo y yo nos metimos allí para ligar, lógico en unos adolescentes, jajaja, pero no ligamos nada, como era de esperar. En cambio, nos entró el gusto por la música coral. De ahí pasé a otros coros amateur y compañías de ópera y zarzuela. Inicié estudios empresariales en ICADE pero no me gustaba y con 22 años dejé esos estudios y me puse a estudiar solfeo en una academia junto a niños de 9 años. Fue frustrante, porque me costó muchísimo trabajo aprenderlo y ellos lo hacían con un desparpajo increíble, pero eso era lo que yo quería hacer. Más tarde entré a estudiar la carrera de canto en la Escuela Superior de Canto de Madrid.
Años más tarde oposité para el Coro de la Comunidad de Madrid, estuve allí tres o cuatro años e hice muchos y buenos amigos. Mi vida era muy activa, por la mañana trabajaba en la Caja de Ahorros, por la tarde iba al coro y además tenía que atender a mi hija que era muy pequeña. La vida se fue complicando con tanto trabajo y tuve que dejar el Coro de la Comunidad. Al principio seguí haciendo "bolos" y demás colaboraciones, pero la música profesional requiere mucha entrega y yo ya no podía dedicarme más a ella.
Con el tiempo empecé a sentir un vacío en una parte de mi vida en la cual percibía que algo me faltaba, sentía que quería ser más útil para la sociedad y, movido por las inquietudes de utilizar la música como instrumento de solidaridad, en 1998 fundé "Voces para la Paz" (Músicos Solidarios)

– ¿En qué momento te das cuenta de que aquel primer concierto se ha desbordado y va mucho más allá de lo que hubieras jamás imaginado?
– Jamás habría pensado que se llegaría a lo que se ha llegado. Todos los niños sueñan, todos los mayores soñamos, pero ni en mis mejores sueños hubiera imaginado algo así, 20 años de existencia, juntando a cientos de amigos músicos y salvando y ayudando a más de 150.000 personas, más de 87.000 discos editados y, en la actualidad, cerca de 60 millones de visitas en Youtube. 
Imagínate desde el 98. Tampoco me puse como meta la permanencia de Voces, como diría un entrenador de futbol "partido a partido". 
Este último concierto del pasado 3 de junio con Banda Sinfónica y Coro ha sido para construir pozos para 5.000 personas en Ghana. Estos pozos los hacemos entre todos, tú, y también tu hija con su colaboración con la cámara de fotos,  todos los músicos y voluntarios con su trabajo. Esas personas ahora podrán cultivar la tierra, reduciremos las enfermedades y la mortalidad infantil, porque el 15% de los niños mueren antes del cuarto año, y eso lo hemos cambiado nosotros con nuestra música y nuestro trabajo.

Es muy de Juan Carlos eso de implicarte personalmente en el proyecto. Le he visto llegar a un ensayo y decir: “la vida de estas personas depende de vosotros”. Y por ello, cuando todo acaba, siempre te recuerda cuántas vidas has salvado, a cuántas personas has cambiado la vida, tú, personal y directamente tú.  Eso produce una sensación indescriptible en uno, porque es algo concreto, casi tangible. No tratamos con proyectos o con desconocidos, con números, sino con personas de verdad, con hijos, como me comentaba en algún momento de esta conversación. Por eso, en varias ocasiones durante esta conversación, Juan Carlos dirige sus palabras no a mi, sino a mi hija Alicia, que está allí con nosotros, ocupándose de la cámara y escuchando muy impresionada las palabras de Juan Carlos.

–¿Pero te das cuenta de que todo esto lo hace una única persona? Siempre hablas en plural, dices “hemos”, “somos”, y de hecho participa mucha gente, pero eres tú solo quien mueve todo.
– Bueno, vamos a poner nombres a las cosas. La idea, la gestión y la coordinación las hago yo, pero todas las piezas son fundamentales en un motor, no sobra ninguna. Todos formamos parte de este proyecto y todos formamos parte de la vida de todos porque convergemos en proyectos comunes. 
Cuando vamos de individuales y únicos cometemos errores, uno no es nada sin un equipo. Es cierto que todos tenemos nuestra identidad individual, tenemos que tenerla, pero no seríamos nada sin los demás, formamos parte de un todo. 
Lo mismo pasa con la sociedad, cuando discriminamos a las personas estamos discriminándonos a nosotros mismos, porque ellos también forman parte de nuestro mundo, aunque a veces no queramos o nos resulte incómodo. Por eso no es bueno ver a los otros como distintos y como distantes. Decía Goethe "trata a un hombre como es y seguirá siendo lo que es, trátalo como puede y debe ser y se convertirá en lo que puede y debe ser". 
Cuando uno va solo por la vida, tampoco tiene en qué apoyarse, y eso es malo. 
En este proyecto, como en todos los anteriores, frecuentemente he tenido mucho miedo y en esas circunstancias, te apoyas mucho en los demás y piensas en los beneficiarios y ese miedo pasa a segundo plano y sacas el coraje que todos tenemos dentro. No se trata de ser valiente. Ser valiente es no tener miedo de las cosas y hacerlas sin más, eso no tiene mucho mérito. Lo importante es hacerlas aun cuando se tiene miedo: eso es el coraje. También pienso muchas veces que hemos hecho las cosas por ignorancia –su risa franca le delata–, como digo muchas veces hablando de Voces para la Paz: ”como no sabíamos que era imposible, lo hicimos" 

Sí, pero hay uno que tira del carro.
– Bueno, eso pasa siempre en todos los sitios, en los trabajos, equipos, familias, en todos los grupos humanos, pero no me lo planteo, aunque sí lo sufro, jajaja.

– ¿Qué crees que hizo que en aquel momento tus amigos te siguieran? ¿Es lo mismo que hace que hoy haya cientos de personas queriendo participar en un proyecto de Voces?
– Creo que Voces para la Paz, por su carácter solidario y musical, es el proyecto que todo el mundo le gustaría hacer y, por lo tanto, el proyecto en el que a muchos les gusta participar en algún momento, no olvidemos que en Voces dirigen, tocan y cantan muchos y muy buenos músicos. Y si tú lo expones con ilusión y mostrando los resultados sorprendentes de conciertos anteriores, la gente se anima a venir, ya sea como músico o como público. 
¿Que qué hizo que mis amigos me siguieran?, eso suena un poco a mesiánico. El primer concierto fue la novedad, puesto que nunca se había hecho una convocatoria de ese estilo, hay que tener en cuenta que en el 1998 no había whatsapp, ni Facebook, twitter, etc.  y mucha gente no tenía correo electrónico y la comunicación no era tan sencilla como ahora, que llegas a cientos de personas con un dedo. Como te dije anteriormente, yo había estado algunos años en el Coro de la Comunidad de Madrid y había hecho buenos amigos allí, eso facilitó el trabajo para llegar al resto de los coros profesionales, CRTVE, Nacional, Zarzuela, y  a otros muchos más amigos cantantes. Todo se planteó como una gran fiesta y eso fue lo que pasó. Ahora, además, sabes que vas a hacer la mejor música con los mejores músicos y que la vida de miles de personas depende de tu voluntariado, y eso también anima a venir. 
Por otro lado, hay algo en Voces que rompe la rutina de trabajo diario que tiene cada músico en su orquesta, banda o coro. En Voces para la Paz te reencuentras con compañeros que hace años que no ves, tocas y cantas junto a ellos, en Voces la disciplina y el encorsetamiento que muchas veces tenemos en nuestro trabajo diario no existe, yo les pido que se rían, que se muevan, que lo pasen bien, todo eso siempre que no afecte a la técnica musical, y lo que se consigue es un resultado asombroso con apenas dos ensayos, ¿por qué?, pues porque la gente se “chuta" de alegría y energía, y  ese es el mejor motor para que las cosas salgan bien. Aquí la gente da lo mejor de sí misma. Te sientas con los demás sin miedos, sin la coraza y, por supuesto, con la camiseta de Voces para la Paz, que te identifica como miembro, como parte de un grupo de “héroes”. Es bonito sentirse héroe alguna vez, como cuando soñábamos de pequeños. Voces es un sueño, porque es la imagen del  sueño que todos hemos tenido en alguna ocasión. 
En Voces para la Paz, todos y cada uno de los componentes, se sienten protagonista directos del milagro de salvar vidas, saben que lo que no hacen ellos, no lo va a hacer nadie, y esa es la diferencia entre la vida y la muerte de las personas, eso da mucha responsabilidad. Este argumento es el que yo mismo me aplico cada vez que acometemos un nuevo proyecto. 

– En mi forma de entenderlo, y también en mi experiencia personal, creo que mucho del éxito de este proyecto está en la manera en la que tú planteas las cosas, cómo lo explicas, cómo lo propones. Transmites ilusión, es muy fácil seguirte.
– Mi manera de explicar las cosas–, dice mientras ríe–… Bueno, hago lo que puedo, pero si hablas con el corazón, diciendo lo que sientes, es fácil llegar a las personas, porque todos tenemos los mismos sentimientos y emociones, lo que pasa es que muchas veces las tenemos reprimidas o nos da miedo mostrarlas y cuando llega un tipo, en este caso yo, y se convierte en tu espejo y refleja tus sentimientos, es fácil de entender. Dime, si tú planteas un concierto en el Auditorio Nacional, con los mejores músicos de orquesta o de banda, con los mejores cantantes, con los mejores directores, con un programa musical atractivo, que va a ser una fiesta y dices que, además, INTEGRAMENTE todo lo que se recauda es para salvar la vida de personas para las cuales somos su única esperanza de vida, ¿quién se puede resistir?
Hay una cosa en Voces que siempre me ha parecido muy importante, que son los previos y los momentos posteriores. Esto lo viví así desde el año de mi primera participación, en el que todos los participantes recibimos una bonita historia que aunaba todas las obras que habíamos cantado, un texto escrito por Juan Carlos en primera persona que hacía ese recorrido por las obras. Creo recordar que había doble programa: uno en blanco, sin las piezas, y éste otro. 
Cada cantante, cada músico, se siente protagonista absoluto, se siente que ha hecho algo único, porque Juan Carlos les da, nos da un importancia tremenda. “La vida de estas personas depende de nosotros”. No voy a olvidar, mientras viva, el aplauso que en mi primer concierto de Voces, Juan Carlos pidió al público para nosotros: “no os pido un aplauso por ser buenos músicos, que lo son; os pido que les aplaudáis por ser buenas personas”. Es imposible explicar lo que se siente en ese momento, justo cuando Amazing Grace acaba de sonar en el Auditorio, con una enorme banda de gaiteros. Sencillamente imposible. 
Por eso, por esa sensación de cercanía y de implicación que él consigue en todos, tras el primer concierto le dije que contara conmigo para cualquier cosa, para vender camisetas, para ejercer de “acomodador” por un día en el Auditorio Nacional, para acompañar, responder dudas, etc. Fue una experiencia que me encantó y que desde entonces he seguido haciendo en cada proyecto, implicándome cada vez un poquito más. Me encanta “ser” Voces para la Paz. 




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