21 de julio de 2018

Conversación con Juan Carlos Arnanz - Parte II


A través de los actos

– Pasamos a otro tema. Las sorpresas. Te gustan las sorpresas, ¿verdad? Las tiene el público siempre en los conciertos, pero también las tenemos los participantes. Siempre hay sorpresas para nosotros en un concierto de Voces.
– Me gusta dar sorpresas, sí. Las sorpresas son un aliciente más, son como las patas de la ilusión, el no saber lo que va a pasar en cada momento, como en la noche de Reyes, aunque quizás la primera sorpresa, por lo menos para mí, es que, con semejante lío, el concierto salga, jajaja.

– En esta ocasión, el sorprendido has sido tú. ¿Cómo te sentiste cuando recibiste los regalos, cuando viste desplegarse esas pancartas diciendo “Gracias, Juan Carlos”, al término del ensayo general? ¿Cuando viste la acuarela, el billete de avión a tu nombre, con destino Ghana y fecha abierta…?
– Como te he dicho, me gustan las sorpresas pero, sobre todo darlas. Me cuesta más trabajo recibirlas, me bloqueo un poco y no sé reaccionar. Cuando os acercasteis algunos a darme las gracias por la preparación del concierto, cosa que os agradezco de corazón, pues bueno, me esperaba unas palabras bonitas, pero cuando vi en lo alto del escenario dos pancartas enormes con mi nombre, eso me bloqueó un poco, como que no fuese conmigo, ¿habían hecho eso para mí? ¡Qué pasada!. Estoy seguro de que se me puso cara de bobo, y después me entregasteis una pintura maravillosa de mi persona que representa un concierto de Voces y un billete de avión para ir a Ghana a ver nuestro proyecto de los pozos de agua... La verdad, me costó trabajo asimilarlo e igual no supe en ese momento agradecerlo, aprovecho para hacerlo ahora desde aquí y en un estado de mayor tranquilidad. Me pareció todo precioso, pero me dio mucho pudor también. 


Acuarela realizada por Francisco Guerra

– Hubo una respuesta unánime y de participación por parte de todos.
– Me alegra que así fuese por lo que significa.

– Tocaba agradecerte, sorprenderte.
– Pues lo agradezco de corazón. El hecho de que la gente participe en nuestros conciertos ya es suficiente regalo, lo demás ya es una pasada. Muchas gracias. 

Todo aquel que haya organizado algo en su vida, un viaje de un grupo de amigos, una comida familiar, cualquier cosa, por pequeña que sea, sabe de las dificultades que esta tarea tiene siempre, sin excepción. La pregunta es obligada.

– Surge la idea de un concierto y, ¿por dónde empiezas? ¿qué es lo primero de todo? Hay que elegir repertorio, concretar con los directores, con los músicos, los cantantes, el auditorio, las otras actuaciones del concierto, los técnicos, la ONG beneficiaria…
– El principio es siempre el mismo. Siempre comienzo diciéndome: “Que no, que no, no empieces”–, ríe, mientras pone las manos en la cabeza y la mueve a derecha e izquierda, como no queriendo ser consciente de que “ya está liada”.
Todo empieza a surgir al mismo tiempo, todo a la vez. Cuando digo que estamos ante el último concierto lo digo de verdad por el trabajo y la tensión que conlleva, pero hay cosas que no puedo evitar, debe ser que tengo hiperactividad y las ideas surgen. Eso de la hiperactividad es una cosa de ahora, cuando yo era niño a la hiperactividad se la llamaba "dale una torta al niño a ver si se queda quieto" jajajaja.
La chispa puede surgir en cualquier momento. Te pongo un ejemplo. Cuando el tsunami del 2004, estaba yo solo en casa viendo un documental en la televisión y apareció la imagen de un abuelo en Sri Lanka. Llevaba en brazos a un bebé, su nieto, un niño que tenía los ojos negros grandes como escarabajos de los cuales brotaban las lágrimas. Los padres de ese niño habían fallecido. Yo, imagino que como tantísimas personas, le miraba emocionado y me preguntaba: “¿qué puedo hacer por ellos? ... Un concierto”. 
Ante un nuevo proyecto siempre pienso una cosa: lo que más solemos querer las personas es a nuestros hijos. El amor a los hijos es irracional. Pero toda la gente que sufre, que muere, son hijos. No son los míos, pero son hijos de alguien. Si mi hija estuviera en peligro de muerte, yo daría todo lo que tengo porque alguien a  miles de kms. de distancia la salvase. Ese es nuestro poder y esa es la motivación de cada concierto y cada paso que doy. 
Escuchas una música en algún sitio y dices: “eso estaría bien para Voces”. Y cuando te quieres dar cuenta, “ya está liada”. Normalmente planifico 100 cosas para un concierto, y de las 100, finalmente llegan 10. Si planificara 10 llegaría 1, y si planificara 1, posiblemente no saldría, así que hay que marcarse grandes metas para conseguir resultados y si muchas de ellas no salen, no pasa nada, nunca me frustro porque las cosas no salgan. Hace poco escuché una cosa sobre Edison: dicen que Edison descubrió la bombilla después de 1000 pruebas. Alguien le preguntó entonces sobre los 999 fracasos previos. Y entonces él contesto: “¿Fracasos? En absoluto, he descubierto 999 maneras de no hacer una bombilla”. Todas las experiencias que tengamos no sirven para algo.
En este concierto, por ejemplo, había una obra programada y que se iba a cantar, finalmente, y por circunstancias varias, no pudo hacerse. ¿Por qué? Pues quizás porque no se tenía que haber hecho. Muchas veces las cosas no salen porque no tienen que salir y ¿quién nos dice a nosotros que no es mejor así? La sustituimos por una zarzuela y finalmente te das cuenta de que resultó mucho mejor así. Cada vez creo más en que el universo te envía mensajes de ese tipo que tienes que saber entender. 
En cuanto a planificación del concierto, la verdad es que lo voy gestando todo al mismo tiempo. Tengo mi mesa llena de post-it, el móvil lleno de mensajes, de anotaciones. Siempre empiezo por una lista, una lista en la que anoto todo lo que se me ocurre que tiene que ver con el concierto, absolutamente todo: urnas, camisetas, directores, repertorio, TVE, coros, bandas, orquestas, partituras, proyecto solidario… Preparar un concierto como este que acabamos de hacer lleva unos 8 ó 9 meses. 
Imagina, por ponerte un ejemplo, las cosas que tú has tenido que organizar con tu grupo, con Cantate Mundi, para este concierto. Pues eso, todo lo tuyo, es un círculo. Eso inclúyelo dentro de un círculo mayor que sería el coro solidario donde están agrupados todos los coros, que son otros círculos, y eso, a su vez, en otro mayor, que es el coro total de más de 600 voces y eso dentro del total con banda y orquesta, que a su vez está lleno de sus círculos y directores, pues ese es el trabajo, ir conjuntando los círculos. Afortunadamente, en cada círculo de trabajo hay uno o varios responsables que desempeñan magníficamente su labor y hacen que todo salga estupendamente bien.

He de decir, y se lo digo porque creo que debe saberlo, que yo he aprendido mucho de él. Que en materia organizativa, Juan Carlos ha sido y es para mi modelo. Me asombran sus capacidades y sobre todo me asombra el cariño que pone en todo, la sonrisa que nunca pierde, pese a cualquier inconveniente. 

– Mira, el ensayo de la banda del día previo al concierto del 3 de junio fue muy largo, duró cinco horas y estaban todos agotados. Yo lo pasé un poco mal y al final del ensayo salí a pedir disculpas y decir algo como “si llego a saber que el ensayo iba a ser tan largo, lo habríamos cortado o habríamos cambiado piezas”, algo así, pero cuando me puse a hablar, lo que me salió decirles fue muy diferente: “iba a deciros que si hubiese sabido antes que el ensayo sería tan largo igual no habíamos hecho este concierto, pero lo siento, no os pido disculpas, porque si no llega a hacerse este ensayo y, por lo tanto, el concierto, no habríamos salvado vidas, así que os aguantáis con estas cinco horitas entre pecho y espalda”. Me salió así. La gente se echó a reír y capítulo cerrado. 

– También es cierto que tu manera de decir las cosas es muy especial, nadie se podría enfadar contigo nunca.
– Bueno, a veces no es todo tan suave. Otras veces me enfado, pero cuando tienes que tirar para adelante, no puedes perder el tiempo con enfados y hay que ser positivo y dejarse llevar por el motor de la ilusión e, imagino, que eso es un poco contagioso. Yo vivo de la ilusión de los demás, ella me contamina y yo contagio a los que se dejen y ellos me contagian con la suya. Es un círculo vicioso. Todos nos ilusionamos de todos y con todos …. ¡Ah, por cierto–, dice entre carcajadas también contagiosas–! Sí, sí hay personas que se enfadan conmigo. 

– Imaginemos que ayer soñaste un nuevo concierto. Hoy te levantas, y con el café empiezas a escribir en tu cuaderno o en tu agenda. ¿Primer paso?
– La lista, aunque sea de manera desordenada, una lista con todas las cosas que se me pasan por la cabeza, después, ya se irán ordenando, música, personas, tareas, proyecto solidario. etc. Otra cosa que hago es buscar en internet datos y documentales de cómo viven las personas que vamos a ayudar, eso da mucha fuerza, ponerte en su situación y ser consciente del poder que tenemos todos nosotros para cambiar su vida y, aunque parezca duro, su muerte. Por ejemplo, parte de la situación de los niños de la zona de Ghana donde vamos a hacer los proyectos es así: 50 de cada 1.000 nacidos vivos mueren antes de cumplir 1 año y 100 más antes de cumplir los 4. El 71,4% de los menores de 5 años sufre desnutrición crónica y el 52,1% aguda. El 94% de la población del distrito tiene que caminar más de media hora antes de recibir atención médica. Vale, ahora vas tú y piensas “tenemos en nuestras manos el poder de cambiar esta situación”. Lógicamente, ese planteamiento te da fuerzas para afrontar un nuevo concierto y proyecto.

– ¿Con cuánta antelación comienzas las gestiones previas a un concierto? 
– Cada uno es diferente. Este con ocho meses aproximadamente. ¿Sabes cómo empezó? Algunos domingos por la mañana voy en bicicleta al Retiro a escuchar a la Banda Municipal de Madrid. Un domingo no estaban ellos, pero había una banda de un pueblo de Teruel. Estaban tocando una obra que me llamó la atención y les pregunté por ella: “Libertadores”. A las dos semanas, hablando con un amigo trompeta de la Guardia Real hablamos sobre esta obra y me dijo con cierta picardía y provocación “podíamos hacer nosotros esta obra en un concierto de Voces para la Paz”, y empecé a imaginarme esa obra con una gran banda. Eso te lleva a indagar, ¿crees que se apuntarían músicos de bandas profesionales para un concierto de Voces? El, y otros compañeros con los que comenté el tema, se mostraron muy ilusionados con el proyecto y la idea de ofrecer un concierto de una gran banda sinfónica con un gran coro, algo que no se recuerda haber visto nunca, y así empezó todo, por escuchar una obra en el Retiro.
Me doy cuenta, y mucha gente me lo dice, que Voces para la Paz parece que ha marcado un estilo de hacer las cosas, conciertos amables, con calidad, emotivos, con risas y lágrimas de emoción, con participación de todos y con la generosidad como bandera. También hemos roto un poquito los moldes de la seriedad en los conciertos de música clásica incluyendo números cómicos. ¿Recuerdas el número de la máquina de escribir? Recuerdo con mucho cariño cuando se lo propuse al maestro Miguel Roa, y como a él le “iba mucho la marcha”, también le apeteció y lo hicimos. Este vídeo lleva ya más de cinco millones y medio de visitas en youtube… A partir de ahí, hicimos otra serie de números humorísticos similares: el papel de lija, el número de los jardineros, por ejemplo, y este año lo de las marimbas. Hay que echarle valor, pero mira, gusta y al final la gente copia estos numeritos.
Hay que conseguir que los músicos se diviertan haciendo música. Siempre les digo: “reíd y pasadlo lo mejor posible, no os cortéis”. Eso contribuye a generar muy buen ambiente. 

– ¿Cómo es una jornada normal tuya en esas semanas previas a un concierto, un día cualquiera?
– Pues mira, se duerme poco y se trabaja mucho, así por resumir. Todo el rato con el teléfono hasta tarde, correos, llamadas, whatsapp. El problema es que tú no puedes decir a las 12 de la noche “ahora voy a cerrar los ojos”, sencillamente porque tu mente no termina de trabajar y te levantas con la cabeza dando vueltas a ideas que, incluso, te han surgido en mitad de la noche, pero qué se le va a hacer, así son las cosas.

– Y siempre contestas a todo.
– Si, intento responder a todo y a todos, más pronto o más tarde, pero así lo  hago. Si alguien se ha molestado en escribirte, creo que debes responder. Mira, por ejemplo –me muestra en este momento el calendario de su móvil repleto de tareas–, estas son las cosa que anoto porque son muy importantes, y para que no se me olviden. 
Por eso, cuando acaba un concierto, es como si mi cuerpo dijera “hasta aquí”.
Cuando estás preparando un concierto la jornada de trabajo no termina nunca y no hay festivos. Otra cosa es que amoldes tu trabajo a las cosas que van surgiendo, con mi hija, familia, salidas con amigos, lo que es una vida normal, lo único es que el resto de tiempo está dedicado al concierto.

No puedo evitar contar que durante estos últimos años, he recibido unos cuantos whatsapp de Juan Carlos verdaderamente peculiares, por llamarlos de alguna forma. Para ganar tiempo, él dicta al teléfono, y como no puede ser de otro modo, el teléfono pone lo que quiere. Ha habido algunos francamente graciosos y otros que me ha tocado pedirle que me explique algo más claro lo que quiere decir…

Con Voces para la Paz la gente y algunas instituciones se implican de una manera que hasta a mi mismo me sorprenden. Entidades como en Auditorio Nacional, la SGAE, La OCNE, ORCAM, ORTVE, TVE se esfuerzan por colaborar y te facilitan sus  instalaciones o te hacen precios especiales, todo eso repercute en el resultado y en la consecución de fondos para el proyecto de ayuda humanitaria. En Voces ningún músico cobra y muchos vienen desde muy lejos y ellos se costean todo. 

– Hasta ahora, todo el tiempo estamos hablando de la ilusión de un proyecto por hacer, esa ilusión que es la que da la energía necesaria para que nada se te ponga por delante, pero acaba el concierto. ¿Qué sientes en ese momento, justo cuando el director baja la mano?
– En ese momento pienso: “ahora tengo que salir a hablar yo”, y eso me da un poco de miedo, porque lo peor de todo es que para esas horas el agotamiento ya está pasando su factura y tienes que sacar fuerzas para cerrar el concierto. Además, cuando ves a todo el mundo esperando escuchar lo que tienes que decir, puf, miles de personas en silencio y tú solo para “pegarte” con el micrófono, jajaja, pero no queda más remedio y lo tienes que hacer.
En Voces se vive intensamente todo. El ensayo es una locura. Este año, 10 minutos antes de comenzar a ensayar no estaba terminado de montar el escenario y el tiempo se nos echaba encima. Más de 700 músicos entre banda y coro organizándose entre ellos, pero de repente, das unas palmadas, la gente empieza a guardar silencio, diriges unas palabras para la organización del ensayo y el concierto, empiezan a desfilar los maestros por el podio y se empieza a gestar algo que hasta ese momento nunca se había escuchado, una macro banda de más de 120 músicos y un coro de 600 personas: surge el milagro. 
Después viene el concierto, el público entra en la sala, no se reparte programa de mano, nadie sabe lo que va a pasar allí, me atrevo a decir que ni el público ni los músicos. Sale el presentador, explica el proyecto de ayuda humanitaria, la construcción de pozos de agua para 5.000 personas en Ghana, y avisa de lo mismo, "no sabemos qué locura nos tienen preparada estos músicos "locos". Empiezan a desfilar los directores, las piezas se suceden unas detrás de otras y el público no deja de asombrarse de la magnificencia, la dulzura, la simpatía, la solemnidad, la alegría,… todo lo que allí se está representando. Todos nos identificamos con todos, porque es eso, una causa común que nos une, el amor a la música y a la solidaridad.  
Normalmente, cuando termina el concierto, después de todo, siempre me he quedado recogiendo y alguna vez he ido a alguno de los bares de los alrededores del Auditorio, donde está todo el mundo tomando algo. Pero esta vez no tenía fuerza para nada, sólo quería ir a casa a descansar, porque me gusta que a la mañana siguiente todo el mundo tenga puntualmente su mensaje de agradecimiento.
Los dos días siguientes al concierto estuve hablando por teléfono sin parar, agradeciendo la participación de los músicos y respondiendo correos, después, me puse malo, imagino que sería el bajón. 

– ¿Qué pasa por tu cabeza cuando recibes los cientos de mensajes, correos o llamadas de personas agradecidas y emocionadas que han participado en el concierto?
– La verdad es que me encanta porque eso es reflejo de que las personas lo han pasado bien, han disfrutado y se han cargado de emociones, pero es curioso, las redes sociales también han modificado nuestras costumbres y maneras de comunicarnos: ahora hay más mensajes por whatsapp, facebook, etc. Otra cosa  que también veo es de que como la gente espera que los conciertos de Voces sean siempre un éxito, ya se da por supuesto y parece que eso tiene que ser así, y no se dan cuenta de que cada concierto es un reto nuevo y distinto. Es como dar por supuesto que Nadal siempre tiene que ganar al tenis, pues no es así, siempre tienes que esforzarte como si fuese un proyecto nuevo, también así evitas caer en la rutina de todos los conciertos iguales. 
Hay mucha gente, principalmente músicos amateur, que me transmite mucho cariño y agradecimiento por haber podido participar en este precioso proyecto, para ellos ha sido el cumplimiento de un sueño, incluso, sé de algunos casos a los que les ha supuesto una terapia personal, compañeros que han venido con una grave enfermedad o depresión y el concierto les ha devuelto las ganas de luchar. No me lo invento, tengo nombres ;-)
Voces para la Paz tiene mucho que ver con “haz bien y no mires a quién”. No sólo ayuda a los beneficiarios del proyecto ahí donde se realice, nos ayuda a todos y cada uno de nosotros mismos.
A los directores los llamo por teléfono al día siguiente y es en ese momento cuando ellos me empiezan a comentar lo vivido, cuando ves lo que han disfrutado, cuando entienden lo que es esto. Muchos me dicen, "hay que vivir esto para entenderlo porque este no es un concierto más, es algo diferente a lo habitual" y también quedan “contagiados” por el espíritu de Voces.




En este concierto había un clarinetista con 13 años y un trompa con la misma edad. Eran los hijos de otro clarinete y de un director. Ellos vinieron al ensayo para ver a sus padres pero les dije que quería que tocasen para que comprendieran el significado que tiene la música: no sólo son notas que llegan al oído, la música es la expresión de la emoción y en este caso, además, salva vidas. El padre de uno de ellos me dijo que por la noche su hijo no había podido dormir de la emoción, ¿imaginas lo que ha supuesto para estos chicos este concierto? No lo olvidarán en su vida, y fue con Voces. Junto a las medallas de deporte que uno de estos chicos había ganado, y que exponía en su cuarto como un trofeo, había colgado la acreditación para entrar al concierto. “Este concierto le ha cambiado la vida”, me dijo su padre. 

Seguramente este fue, para mi, uno de los momentos más emotivos de la entrevista. Me parece una anécdota de una ternura infinita. Hay mucho corazón en ella. 

– Luego tenemos también el caso de una portuguesa que viene desde Holanda a cantar, o una contrabajista que viene desde Suiza, o alguien que viene desde Oviedo, otros varios desde Levante, los tambores desde Zamora, etc. Músicos que te dicen que es el mejor concierto en el que han participado en su vida, eso es muy impresionante.

– Es porque es una fiesta, por el ambiente que se vive…
– Cuando al día siguiente llamo al delegado de una de las bandas que vino me dice: “no te imaginas cómo están todos, desencajados”. Los que han participado, contando anécdotas, y los que  no han participado no hacen más que decir “para el próximo me apunto”. O quien dice que cuando se apuntó suponía que esto era especial, pero que no imaginaba tanto. 

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