21 de julio de 2018

Conversación con Juan Carlos Arnanz - Parte III


A través de las ideas


– Lo que no se ve previo al concierto, ya lo hemos hablado ¿Qué es lo que no se ve y que tiene lugar después? Las conversaciones con las ONG’s, la distribución de la recaudación, el reparto de alimentos. Todo aquello que sucede tras el concierto.
– Cuando un concierto está planteado sobre la mesa, casi lo último que busco es el proyecto. Por desgracia, proyectos para realizar hay infinitos porque son infinitas las personas que necesitan ayuda. En esta edición –me dice–, tú has participado también en la elección del proyecto–.Y sigue explicando– Envío tres proyectos a los colaboradores cercanos, para que los lean y los estudien antes de votar por el que mejor les parezca. Me gusta que también voten todos los miembros de la familia de los colaboradores, así es más participativo, y después se lleva a cabo el que haya sacado más votos. Lo triste del caso es que un proyecto se hace, pero los otros no. Aquí, si hacemos los pozos, como en esta ocasión, no se hace la escuela o el dispensario. Es duro tomar la decisión, muy duro.
Cuando hablo con una ONG, lo primero que hago es mirar su infraestructura. Tengo que tener claro que estamos tratando con personas super responsables y que van a saber llevar a cabo la realización de nuestro proyecto. El tratar con ONGs internacionales nos da garantías de que el proyecto se va a llevar a cabo. Médicos sin Fronteras, Ayuda en Acción, Acción contra el Hambre, World Vision, etc. Ellos nos envían los proyectos detallados y pormenorizados y los estudiamos detenidamente para ver su viabilidad. 
Todo lo que mandan las ONG’s está especificado por partidas, y posteriormente, todo está auditado por una auditoria externa. Todo va con facturas selladas, como te digo.

– ¿Es en ese momento, cuando termina el concierto, cuando más cansado te sientes o, por el contrario, recoger los resultados es lo que borra el cansancio de los meses previos?
– En ese momento me encuentro raro, la verdad, cuando todo está cerrado y ya sin presión pienso “qué bien, no tengo nada de qué preocuparme”, aunque después de concierto sigue habiendo mucho trabajo con correos, facturas, seguimiento del proyecto, audios, vídeos, etc. pero ya sin compromiso de fechas.

– En una ocasión viajaste para conocer en primera persona uno de los proyectos de Voces para la Paz. ¿Qué supone eso?
– A Perú, sí. Fue impresionante. Habíamos encargado el proyecto de un concierto a Ayuda en Acción, que trabaja muy bien. Me dijeron que iban a viajar allí y me dijeron que había un billete para mí. Aproveché también para ir por mi cuenta y visitar Machu Pichu y Cuzco, increíble, por cierto. En Perú hemos hecho tres proyectos, y el último en particular era una unidad móvil de salud que recorría las zonas de Huancavelica. Había allí muchas niñas adolescentes embarazadas por violación familiar. Hay un machismo tremendo en esa zona. La niña tiene menos “valor” que los niños y la violación familiar es muy frecuente. Para esas niñas de 11 a 15 años embarazadas, la atención con la unidad móvil de salud era vital. Allí no hay ciudades, sino poblados; no hay carreteras, sino pistas, caminos y senderos, y como las gentes de esa zona no pueden ir al médico, la unidad móvil recorre la zona con un médico, dos enfermeras, ecógrafo, material sanitario, etc. Yo los acompañé. Estos médicos tenían que atender a unas 4.000 personas al año. Cuando la unidad móvil llega al pueblo, la gente baja de las montañas y si hay un local donde pasar consulta,  pues lo hacían, si no, la gente tiene que ir pasando por el camión. Me invitaron a ver alguna consulta y era muy bonito cuando el médico les decía, al ver la ecografía “va a ser un niño”, lloraban por la emoción. Allí les pesan, les miden y llevan un control sanitario. No es una zona de hambre, pero sí de desnutrición, por mala alimentación.
También vi una escuelita que nosotros habíamos hecho en la zona de Bambamarca con el concierto del 2003. Son unas escuelas octogonales, una especie de honguitos con mucho colorido y mucha luz. Antes eran de adobe y sin luz. Íbamos en pick-up, un 4x4 que llega un momento que no puede continuar el viaje a causa del mal estado del camino. Pasas un barrizal, te pones las botas de agua, el chubasquero y después de media hora llegas a una zona en la que había 3 ó 4 escuelitas y una de ellas era la nuestra. Fue muy bonito. Me encantan los niños, así que me acercaba a ellos para cogerlos, pero salían corriendo asustados y lloraban, a mi me extrañaba eso pero me explicaron que huyen porque no me conocen y en su mente asocian que cuando alguien a quien no conoce se les acerca, es porque les van a pinchar. Pensaban que yo era médico, ¡pobrecillos!
Me habían hecho una canción que hablaba de su escuelita y me la cantaron. Les llevé camisetas y jugaron al fútbol con ellas. Les estaban muy, muy largas y ellos me decían que no importaba, que les tenían que durar muchos años. Cuando me iba, pregunté cómo habían descargado los ladrillos, cómo habían llevado el material para hacer la escuela, porque verdaderamente al acceso hasta allí era muy complejo y nosotros tuvimos que dejar el vehículo muy lejos, y me indicaron que el material se dejó donde nosotros habíamos dejado el vehículo, fueron los niños los que, cuando iban todas la mañanas a la escuela antigua, llevaban los ladrillos para la nueva escuelita, por eso cuando cantan “Ay, mi escuelita, qué bonita es” es que verdaderamente es su escuelita, la han hecho ellos… Alucinante.




Esta escuelita se construyó porque en un concierto había sobrado algo de dinero y aprovechamos para hacer otro proyecto más. El principal era la construcción de dos dispensarios sanitarios en Bolivia en una zona donde eran los curanderos quienes atendían a las personas y la precariedad y mortalidad muy elevadas. Allí pusimos dos centros de salud conectados vía radio con médicos de la capital y una escuela para que las mujeres aprendiesen sanidad.
Otro proyecto muy bonito fue el que realizamos con el concierto del 2005 bajo la batuta del fallecido maestro Jesús López Cobos. El reto era la construcción de un orfanato en Mozambique para 120 niños y niñas huérfanos y enfermos de SIDA. Con su construcción se conseguiría sacar a las niñas de una situación en la que algunas de ellas se veían abocadas al intercambio sexual y algunos niños al robo. Junto a su construcción, hicimos un convenio con las autoridades locales y se pactó que se haría este orfanato y se conseguiría que los niños fueran a la escuela. Era muy importante. Antes estos niños vivían hacinados entre desperdicios, ahora tienen un hogar y ellos son su propia familia.  De eso han pasado 13 años, quiero imaginar que algunos de ellos habrán cambiado su vida radicalmente, y todo eso gracias a nuestra música.

– Impresionante… En 2014, dieciseis años después de haber comenzado esta aventura, escribes una carta: la crónica de una despedida anunciada. Cada año decías que era el último, y todos lo entendíamos, imaginando el desgaste que tiene que suponer la gestión de un proyecto de estas dimensiones. Pero de pronto, al año siguiente, Voces volvía a aparecer. Pero aquel 2014 fue distinto. Llegó la despedida.
En mi caso, he de decirlo, sé perfectamente lo que ese correo provocó en mi, sé perfectamente a qué punto de mi vida me llevó, las consecuencias de él, quizás incluso tener esta conversación sea una de esas consecuencias, pero eso ahora no importa.

– Volviendo al correo. ¿Te costó escribirlo? ¿Te arrepentiste, o tuviste la sensación de liberarte de un peso? Un peso divino y solidario, pero peso.
– No me arrepentí. Me sentí completamente liberado. El trabajo y el riesgo que conlleva un concierto de Voces para la Paz, por las condiciones en las que se hace, es estresante y agotador, y además, no quería caer en la rutina de "los típicos conciertos de Voces para la Paz", ya que los músicos se pueden cansar y dejar de asistir. Me sentí liberado y me ha dado tiempo a hacer otros proyectos, tanto personales, como mi dedicación al coaching, como sociales, como el proyecto de "Libros para la Paz" con el que conseguimos unos 25.000 libros para hacer una biblioteca en Paraguay.

Y es que su inquietud le llevó a los libros, después de anunciar el final de Voces. Música y lectura: cultura y amor en la manera de transmitirla, en definitiva. Aparecía de nuevo Juan Carlos y todos sonreíamos, porque sabíamos que él no puede estar quieto mucho tiempo…

– En el terreno ahora más cercano a nosotros, tú has sigo testigo del desarrollo y crecimiento de Cantate Mundi, colaborando muy de cerca desde el primer momento. Gracias a ti, en varios de nuestros cursos Gerardo Lopez Laguna participó como pianista, un hombre con el sello “Voces”, algo que es un valor especial. En nuestro primer taller, viniste de visita y te quedaste ahí cantando con los bajos. Todo un honor. En nuestro primer concierto, y en el segundo y en el último, has estado entre el público, apoyando, algo que siempre y eternamente te agradeceré. Siempre has apreciado y valorado el cariño puesto en todos nuestros proyectos, donde no sólo hay música sino también aprecio por las personas. 
– Es que me encanta vuestro proyecto. Vosotros planteáis un curso desde el sentimiento, no solo desde la técnica coral o el estudio de la obra, por decirlo de algún modo: “no te hace falta entender la música, solo necesitas sentir la música, porque cuando sientes es cuando comprendes”. Es un proyecto precioso. 

– En una ocasión me escribiste: “a pocas personas se las puede oír hablar de música y espectáculo unidos al amor y no se dan cuenta de que esa es la clave. Lo más bonito del amor es que no tiene niveles ni categorías, el amor es amor”. Por este comentario, por esta relación entre la música y los sentimientos, te propuse venir a dar una charla sobre el tema en uno de nuestros proyectos. Entrañables tus dudas sobre si podrías hacer algo interesante al respecto. Entrañables tus dudas y cada vez más firme mi certeza de cuánto aprenderíamos de ti, como así fue. Hay que repetir, sin duda, pero con más tiempo. 
– Fíjate la cantidad de gente que ha participado en este concierto de Voces, unos 700, lo mismo que en Cantate Mundi, cientos, pues todo viene por el amor, este es el origen de todo y, al mismo tiempo, la finalidad de todo lo que hacemos. Si ponemos amor en lo que hacemos recibiremos lo mismo. El amor como aceptación, es el origen de la vida. Todo lo que se fabrica o se construye se hace porque alguien ama, a otra persona, su profesión, sus hobbys, etc. Cuando no sentimos el amor, los primeros perjudicados somos nosotros. En la vida, todo es producto del amor. Dicho así pareces un hippy o un ñoño, pero la música también es amor. 





– Por eso en Cantate Mundi queremos gente que se emocione cantando.
– Por supuesto. Me gustaría hacer una aportación. Muchas veces, o casi siempre, el centro de un coro es el director y todos mirando al frente para no perder ningún matiz o señal del maestro. Muy bien, perfecto, correcto, pero yo creo que también es muy importante que se interactúe entre los compañeros, que se conozcan, que se entremezclen y sepan quién es la persona que está a tu lado o dos filas más allá, eso hará que el trabajo en grupo dé mejor resultado. 
Uno de los valores de Cantate Mundi es precisamente eso, que la mayoría son amigos, y eso repercute en el trabajo final, todo resulta muy emocionante. O se hacen amigos en el camino, que es algo maravilloso.

– ¿Qué pasará después de este concierto?
– Lo que pasará después del concierto está escrito en la parte trasera de mi tarjeta de visita, mira. Pone “el camino de la vida siempre está en construcción”. Ahí estaremos, seguiremos construyendo la vida. Muchas gracias.



Tras el atril

Como ya sabéis, en este pequeño apartado se incluyen las anécdotas especiales, los sentimientos personales, lo más cercano. Rodeamos el atril y detrás es donde se esconden estas pequeñas o a veces grandes historias. En el caso de esta conversación con Juan Carlos, retomo una idea que le escribí hace tiempo, sé que la recibirá con pudor y vergüenza, pero creo que merece la pena al menos leerlo.
Inevitablemente, y por más que a priori produce un cierto rechazo, cuando uno se sienta frente a Juan Carlos, cuando uno le escucha hablar, saltando de un tema a otro, o mejor dicho, saltando de un tema al mismo tema, sientes algo especial, como si estuvieras ante la presencia de un ángel. De un “mensajero” (significado etimológico de la palabra, en su origen griego). Un ángel que guía, transmite un mensaje, acompaña. Esta es esa primera idea que he acariciado en diversos momentos, viéndole actuar, desenvolverse. 

Y al mismo tiempo, Juan Carlos es un héroe, el héroe del día a día, no el de los laureles y las grandes hazañas, el héroe de las personas sencillas, de lo cotidiano, de los corazones limpios. “Héroe con tus actos. Ángel con tus palabras”. Esto le escribí hace años, al término de uno de los actos de Voces. Su respuesta fue digna de quien venía: “Querida Elena: me siento tan orgulloso de tu carta que se la voy a enseñar a mi hija”. 
Lo entendí muy bien. Por eso a mi me enorgulleció especialmente que también la mía, mi hija Alicia, me acompañara todo el tiempo en esta entrevista. Ocuparse de la parte técnica fue lo de menos. Lo importante fue lo que creo que ella aprendió de esas horas escuchando a Juan Carlos. 

Y también quiero contar una pequeña historia, algo que dice mucho sobre él. Habíamos hecho el ensayo general de Voces en el salón de actos de mi colegio y el encargado de mantenimiento, un marroquí de 60 años que trabaja allí, se tocó el corazón al término del ensayo diciéndome que no había entendido nada, pero que la música le había tocado el corazón. Se lo comenté a Juan Carlos y le abrazó de inmediato. Hablaron un rato, no sé en qué términos, pero sé que al día siguiente, o quizás a los dos días, Juan Carlos me llamó y me dijo que había pensado que quizás a mi compañero le gustaría ir al concierto, que seguramente no había ido en su vida a algo parecido. Y que si no lo hacíamos por alguien que era cercano, cómo íbamos a poder ayudar a los que están lejos… 

Así es él en El Atril y Tras El Atril. 



Madrid, 10 de julio de 2018.



Elena González Correcher ®

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